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Él le da sentido a mi existencia


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¿Qué tanta madurez debe tener una niña de nueve años para entender y afrontar situaciones que incluso para los adultos son difíciles de comprender? Enterarte de que tu hermano de tres años es autista, ¿se puede considerar un castigo o mirarse como una bendición?


A los nueve años supe que mi hermanito de tres era autista. Yo me encontraba en el Centro Médico acompañando a mi hermano y a mi mamá y me había quedado en la sala de espera. Cuando los vi salir del consultorio, la cara de mi mamá era indescifrable, sus párpados estaban caídos y la lejanía de su mirada me dejó un vacío en el alma que no podría explicar. Al fin y al cabo, con nueve años no es mucho lo que se entiende. Antes de ese día, a mis ojos, mi hermano era un niño completamente normal, pero luego de ver a mi madre me vinieron a la mente muchas preguntas. Ella me dijo que al llegar a la casa me explicaría todo.


Nos sentamos en la sala a conversar y fue allí cuando mi mamá comenzó a decirme lo que sucedía: mi corazón se agitó, empezó a palpitar tan rápido como cuando deseas escapar de quien te persigue incesantemente, y nuestros ojos parecían seguir el compás de una canción desagradable, de esas que solo te llevan a desear que el recuerdo de ese día desaparezca del libro de tu vida. A pesar de que no entendía muy bien, notaba que mi mamá no sabía cómo llevar la conversación. La escena parecía sacada de una obra de Ionesco. Para mi mamá no fue fácil aceptar el diagnóstico; aunque lo hizo, luego de una etapa inicial de negación. No fue fácil para ella escuchar de la boca de un especialista que su hijo no hablaba ni se comunicaba como los otros niños de su edad porque tenía una condición especial. En mi caso, pese a que todos decían que no era normal que un niño de tres años no hablara, yo no lo veía así.


Algo totalmente nuevo, un evento que jamás en la familia había ocurrido estaba sucediendo justo frente a mis ojos. Por más que mi mamá utilizó mil maneras para tratar de hacérmelo entender, en ese momento no había forma de que yo lo comprendiese con claridad.


No es fácil aceptar lo que los adultos explican y expresan. A mis ojos mi hermano era un niño normal, con algunas dificultades, como cualquier otro niño. ¿Por qué los demás lo veían diferente? ¿Por qué lo querían tratar distinto?


Al pasar el tiempo, aunque se aprende a ordenar todo lo que al principio es un huracán de emociones, la mente continúa inundada de incógnitas sin respuestas: ¿Por qué a él? ¿Por qué a nosotros? ¿Por qué lo tratan diferente si él es normal? Una cantidad de dudas que, por falta de madurez, una niña de nueve años no puede despejar.


Imagínate por un momento que una de las personas que más amas tiene autismo; una condición que puede retrasar su desarrollo motriz o dificultarle el aprendizaje en términos convencionales, que le impide consumir algunos alimentos, que interfiere en su adaptación al entorno que comparte con otros niños de su misma edad. ¿Cómo entender lo que sienten cuando los sonidos las aturden, cuando no escuchan nada, cuando están despiertas, pero no son conscientes de lo que ocurre a su alrededor? Piensas en eso, quieres ayudar, encontrar soluciones y no consigues ninguna.


¿Quién es mi hermano para mí? Un ser muy especial al que amo y respeto; a quien veo como una persona normal y perfecta. Ahora que soy mayor y puedo acceder a la información más conscientemente me doy cuenta de que mi hermanito es la bendición más grande que pudo llegar a mi vida, a nuestras vidas. Con tan poca edad nos enseña que no hay limitaciones que le impidan llevar una vida tranquila y normal. O quizás soy yo la que lo ve así.


Existe mucha desinformación sobre los trastornos del espectro autista (TEA). A los niños como mi hermano hay quienes los ven como si estuviesen enfermos, y no es así. Son niños con una condición especial que puede limitarlos en algunos sentidos, pero eso no representa un impedimento para lograr lo mismo que otras personas.


Mi hermano llegó a nuestras vidas como un rayito de luz en la oscuridad, como un arcoíris después de la tormenta. Él le da sentido a mi existencia.

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