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Una madre y su hijo. Por María Laura Puertas Mora


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Claudia


Claudia siempre fue una mujer feliz, a sus 54 años había vivido todo lo que le apasionaba, se había casado con el amor de su vida, y tuvo al hijo más atento, inteligente y amoroso que pudo imaginar, un hijo que ya tenía 31 años y había llamado Tomás. Pero ahora Claudia se enfrentaba a algo nuevo, algo que nunca hubiera imaginado, una enfermedad horrible le acechaba desde hacía un año. El día que su doctor le dijo que el cáncer estaba esparcido por todo su cuerpo sigue pareciendo para ella una pesadilla de la cual pronto se va a despertar. Pero no es así, ya lleva un año luchando y el cáncer sigue ahí, sin irse, pero ella lucha por mantener su felicidad y vivir su vida. Cada día Claudia luchaba por demostrar que estaba bien, no quería que su hijo se preocupara, aunque sabía que era imposible. Desde la muerte de su esposo Tomás se había aferrado mucho más a ella, la muerte de su padre le había afectado mucho y lo que menos quería era perder a su madre, eso se lo dijo él una noche cuando ella le lo descubrió llorando. A Claudia le preocupaba que Tomás estuviera dejando de vivir por culpa de ella.


Tomás

Tomás trabajaba muy duro, apenas tenía tiempo libre para estar con su prometida, Andrea. Debía reunir el dinero de la quimioterapia de su madre, ella era lo más importante de su vida y no quería perderla. Hacía dos semanas que su novia se había ido a España, surgió una oportunidad de trabajo que no podía perder, ella le pidió que se fueran juntos, que también le podían dar trabajo a él y ganar mucho más, pero Tomás no aceptó, no quería alejarse de su madre, desde la muerte de su padre sabía que podía perder a sus seres queridos en un abrir y cerrar de ojos, no sabía cuánto tiempo le quedaba con su madre pero no quería desperdiciarlo, aunque eso le costara perder al amor su vida. Había sufrido mucho al alejarse de Andrea, pero no quería dejar a su madre sola.


Andrea

Esa noche fue horrible, Tomás, entre lágrimas le dijo que no podría ir con ella. Andrea no podía creer que Tomás no quisiera acompañarla, desde jóvenes habían planeado irse a vivir juntos a otro país, vivir algo nuevo y salir de la rutina. Pero en ese entonces su suegra estaba bien y todo era más feliz, no vivían bajo ese manto negro y depresivo que representa el cáncer. Tomás ya no era el mismo, vivía angustiado, en las noches se despertaba asustado y de vez en cuando lloraba. Andrea no quería dejarlo pero el trabajo de sus sueños le esperaba. Era probablemente el fin de su relación con Tomás, pero le entendía. Su partida fue como nunca hubiera imaginado, en un avión sola y con lágrimas en sus ojos.


Claudia y Tomás

Como todas las tardes Tomás llegó a la casa de su madre para almorzar juntos, Claudia sabía todo lo que había pasado con Andrea y le rompía el corazón ver a su hijo sufrir, sabía que Andrea era una mujer increíble y sabía que su hijo soñaba con empezar de cero en otro país. Después de dos semanas de la partida de Andrea decidió hablar con su hijo, pero Tomás no quería escucharla, esa tarde fue dura, Claudia enfrentó a su hijo por primera vez, le dijo que no podía dejar de vivir por estar con ella, Claudia tenía fe en que iba a superar su enfermedad e iba a tener mucho tiempo para seguir compartiendo con Tomás. Se lo hizo saber, le dijo que quería que viviera, que no se preocupara, que siguiera sus sueños y amara sin limitaciones. Ella siempre estaría para él, y lucharía por él con todas sus fuerzas, no quería que una vil enfermedad arruinara sus vidas. Debían aprender a vivir con eso. Tomás se negó mil veces y Claudia le explicó otras mil más. Pero Claudia era bien terca.


Aeropuerto

Un abrazo muy largo, lágrimas y bonitos deseos. Tomás y Claudia se despedían, ya era momento de que su hijo abordara el avión a España. Su amada y el trabajo de sus sueños le esperaban. Claudia estaba orgullosa del hijo que había criado, un hombre fiel, amoroso y trabajador, sabía que Tomás era capaz de dejarlo todo por ella, pero ella no lo permitiría. Un último abrazo, palabras de despedida y una promesa: en unos meses, al culminar su quimioterapia, Claudia los visitaría en España. Tomás sonrió antes de desaparecer entre las puertas de abordaje. Claudia nunca se había sentido tan genuinamente feliz como en ese instante.

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