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Una abuelita jocosa. Por Paula Finol.

No hay nada más mágico que las anécdotas que pueda contarte alguien, pero que ese alguien sea la más viejita de tu casa para mí es un placer. Cada día, al despertar, lo que más disfruto es sentarme con mi abuela no solo a observar sus pasos rápidos, a pesar de la edad, sino su encendido verbo al hablar, el cantar maracucho que me recuerda de dónde vengo y la jocosidad que la acompaña mientras cuenta anécdotas de su “juventud”, de las que se ríe sola. Y pongo entre comillas juventud porque ella dice que es joven, que ya no cumple años, que los conmemora, y que el tiempo se detuvo en sus bien sentados treinta y cinco. Ella es todo un personaje para la familia, por su ímpetu, su solidaridad y por la fuerza con que una y otra vez nos mantiene unidos.

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Mi abuela es una persona sumamente alegre, viniendo de una ciudad tan cálida como Maracaibo, esto no es de extrañarse. Berenice Cibeles Táchira (sí, tiene tres nombres) me contó que hace años salió a una discoteca en Maracaibo, la más famosa de la época; se llamaba Cervecería 5 de julio, nombre de una avenida otrora muy popular. En ese lugar no solo se presentaban los más conocidos grupos de gaita, sino que era el sitio trendy del momento.

Ese día ella fue a escuchar gaitas; era época decembrina y tocarían dos de las mejores y más famosas agrupaciones: Rincón Morales y Cardenales del éxito, grupos insignes del folklore marabino. La acompañaban sus dos buenas amigas, Naida y Ángela, con quienes hasta el día de hoy habla por teléfono a diario para recordar cada una de sus experiencias.

Mi abuela cuenta, con voz firme y engalanada, que ella vestía con afamadas marcas de la época, y empieza a nombrarlas: Tropicana…dice, buscando más nombres entre sus recuerdos, pero solo alcanza a pronunciar ese, lo que me causa mucha gracia. Retoma la historia y explica que cuando se disponía a entrar al bar, ¡sorpresa para ella!, no la dejaron pasar porque “no estaba vestida apropiadamente”. Aquí su voz se torna fuerte, empieza a detallar lo sucedido, y con voz altanera, tal como si estuviese viviendo el momento, dice que no entiende por qué no la dejaron entrar si ella solo estaba usando la ropa de moda: un pantalón “a la cadera” y un top (bastante corto). Por eso no la dejaron pasar. En ese momento me río e imagino su cara...y ella brinca a la época actual y se queja, con tono de reproche porque ahora pueden ir hasta “desnúos” sí, desnúos (dice, sin la d, porque es algo muy maracucho comerse algunas letras). Así es ella. Mi abuelita jocosa que, entre risas, me ha dejado muchas reflexiones y me ha contado chistes y anécdotas que me hacen sentir feliz de tenerla aún.

La abuela es la figura del amor más puro que existe, contrasta con la autoridad que ejerce la mamá. Las abuelas no sólo dedican su tiempo a consentir a sus nietos, sino que siempre se esmeran en sacarles sonrisas, hacerlos sentir especiales y hacerles saber que tienen en ellas a una aliada y confidente perfecta.

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