Un secuestro. Por Claudia Leandro.
- ccomuniacionescrit
- 28 ago 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 7 dic 2020

-Me voy a morir. Hasta aquí llegué-dijo entre dientes.
A
Era un día como cualquier otro. Carla se levantó a las 7 am para arreglarse, tomar desayuno y dirigirse a la Universidad. Se despidió de sus padres como cualquier otro día, sin saber que ese no era como los otros, era distinto, sería un día que Carla jamás olvidaría.
B
Llegó a su universidad, tomó su bolso y llamó a su novio para decirle que lo esperaría en las escaleras de Módulo 6. Ellos habían quedado en que saldrían a cenar pues estaban cumpliendo 4 meses de relación; pero Carla no quería esperar hasta la cena para darle el precioso regalo que había pensado hace ya varios meses. Era un día para celebrar, era un día para que fuese sumamente especial; sin embargo, a veces las cosas nunca suceden como uno las planea. Lo positivo, si es que esto tiene algo de bueno, es que ellos no lo sabían.
C
Lo vio a lo lejos, observó cómo caminaba hacia ella. Definitivamente era muy guapo, tenía ese cabello peinadito, color negro azabache, esos ojos brillosos, esos labios rojizos y además él estaba vestido para una cita muy especial. Carla no aguantó, apenas vio a su novio entrar tras esas puertas, salió corriendo hacia él, le saltó encima y lo llenó de millones de besos, tal y como si no hubiese mañana. Ellos dos eran, sin duda, la pareja más hermosa del mundo entero.
D
Finalmente ya era la hora, por fin Carla y Jorge -su novio- habían finalizado sus clases y podían dirigirse a su hermosa cena de celebración de mes. Así que tomaron sus bolsos y salieron corriendo de sus salones de clase para ir a su celebración. Apenas llegaron, disfrutaron de la comida, de los vinos y de la maravillosa atención. La espera, sin dudarlo, valió la pena; pues su cena fue en el mejor restaurante que puede existir en Caracas: El Positano.
E
Después de haber disfrutado de una divina celebración, ya era hora de que él llevara a Carla a su casa porque ya se había hecho muy tarde y Jorge, como todo un caballero, pagó la cuenta y salió para llevarla a una hora aceptable; en especial porque de noche la ciudad de Caracas no es la más luminosa. Justo cuando iban pasando Las Mercedes, se fijaron en que muchos bombillos estaban apagados y circulaban pocos carros. Ambos, por un breve instante, se miraron entre sonrisas, pero en el fondo ambos sintieron miedo. Por alguna razón parecía como si algo pudiese suceder. Pero, ¿qué podía suceder? Nada en verdad, así que ambos decidieron ignorar ese frío intenso que recorrió sus cuerpos para seguir su respectiva vía.
F
Avanzados ya, apenas tomaron la curva de ingreso a la autopista se les acercó un carro. Parecía borracho, pues nadie se le pega tanto a los carros. Carla y Jorge bajaron los vidrios del carro y ella intercambió unas cuantas obscenidades con el carro en cuestión. Y justo en ese momento, sintió un gran golpe en todo su cuerpo; fue tan fuerte e intenso que por alguna razón Carla no se atrevía subir la vista. En el fondo de su corazón presentía que esto que acababa de ocurrir no era ninguna casualidad. Ella tenía demasiado miedo de ver qué era lo que había sucedido, solo sentía cómo le sudaban las manos, pensaba cómo debió haberse despedido más efusivamente de sus padres, cómo de repente esta cena debió haber sido más bien un almuerzo. Y finalmente, después de esta ráfaga de pensamientos, lo único que logró escuchar a lo lejos fue “esto es un secuestro”.




Comentarios