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Todo comenzó con una simple llamada. Por Alexandra Sánchez Huen


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Angustia

Una llamada puede cambiarte la vida por completo, una llamada puede significar una buena noticia, pero esta vez fue lo contrario. Era de madrugada, mi abuela contactó a mi mamá y le dijo: “Margot ven a la clínica, estamos en emergencia”. Nos montamos en el carro y fuimos rápido por la Cota Mil, yo no entendía lo que estaba pasando; mi mamá manejaba con una respiración fuerte y los ojos llenos de angustia y miedo. Yo veía las luces de la autopista en completo estado de shock.


Shock

Tenía solo trece años y la intriga me mató. Parecía una película trágica en la que yo era la protagonista. Escuchaba gritos, veía enfermeras corriendo... Al voltear hacia la primera camilla vi a mi papá, sin vida. “No hay signos vitales”, dijo el médico de guardia.

Uno nunca piensa que algo así le puede suceder, sino que les ocurre a otras personas o en historias de ficción. Yo estaba en shock, mi mamá también y mi abuela creo que lo sabía todo desde un principio. Mi tía había fallecido años atrás, por lo que Magle, mi abuela, hablaba del luto con un tono sereno, pero con un sabor amargo.


Luto

La respuesta hacia una pérdida es diferente en cada persona, no se puede generalizar y, en mi opinión, no hay palabras que puedan curar radicalmente ese sentimiento y ese dolor en el pecho. Mi familia es un poco complicada, no existe en ella mucha inteligencia emocional, por lo tanto, un abrazo de mi prima más arisca o un mensaje de mi primo menos expresivo significó mucho para mí, pudo aliviar un poco ese ahogo; sin embargo, empecé a sentir vergüenza.


Vergüenza

El cementerio suele ser un lugar frío, lo único bueno que tiene es el chocolate caliente que regalan para intentar subir los ánimos. El velorio de mi papá fue y sigue siendo el peor momento de mi vida, me sentí humillada, no me gustaba que las personas me vieran con lástima.

Como fue en una fecha cercana a Navidad, muchas de mis amigas se devolvieron de la playa para ir a ese lugar oscuro. Yo estaba avergonzada, les decía que se hubieran quedado en Camurí, que me daba pena que se regresaran por mí. Al mirarlo todo en retrospectiva, me doy cuenta de que estaba en completa negación y no terminaba de comprender la magnitud de lo sucedido.


Negación

Creo que es el sentimiento más difícil porque no te das cuenta de que estás en ese estado. Durante el tiempo de negación me apoyaba en el humor y en el sarcasmo para responder un "¿cómo estás?". Pasaron cuatro años para que yo procesara ese vacío que deja una figura paterna. Pasaron cuatro años para que yo hablara con mi mamá y con mi abuela sobre lo sucedido. Pasaron cuatro años para entender la enfermedad de mi papá. Pasaron cuatro años para empezar a crecer y ver otra perspectiva de la vida, para sentir paz.


Paz

Aparece cuando menos la esperas, es una emoción que te da felicidad. Salir con mis amigos, validar mis sentimientos, ir al psicólogo, estudiar lo que me gusta, aprender a estar sola y conversar con mi mamá sobre nuestras experiencias y sentimientos: todo eso me brindó paz.

Sentí angustia, shock, luto, vergüenza y negación. Nunca pensé que podría salir de ese túnel. Sin embargo, el dolor se va disipando con el tiempo y con una buena compañía. Cada etapa de la vida es un mundo lleno de posibilidades y saber afrontar cada obstáculo es lo que te lleva al éxito.


Al crecer me di cuenta de que no todo es perfecto y de que, a veces, lo que comienza con una simple llamada termina con un adiós permanente.

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