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Salud en tiempos de crisis. Por Andrea Muñoz.

I


Soy trasplantada de riñón, tengo ya dieciséis años de operada. Si me encontrara en esa situación ahorita, no sé qué sería de mí. Creo que ni siquiera me hubiesen podido operar en el Hospital Pérez Carreño, ni tampoco tuviese los fondos para costear una clínica que pide un deducible de más de diez mil dólares. Tengo muchos conocidos en la comunidad de trasplantados y no he sabido de ninguno a quien la crisis que se vive no lo haya golpeado, también hay otros que han perdido la vida por esto y es muy lamentable. Yo he tenido que traer mis medicinas de afuera y eso se lleva buena parte de mi salario, pero sin ellas no puedo vivir; las pocas que da el seguro son iraníes de mala calidad, pero hay personas a las que les sirven y es mejor donarlas que tenerlas guardadas. Ahora la salud en el país se basa en lo que haya.

Así vivimos, en mediocridad.


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II

Hace unos meses me dieron la peor noticia de mi vida, un carcinoma nivel 1 en el seno izquierdo. Yo ni pensaba que a esta edad me fuera a dar cáncer, pero la vida siempre te sorprende. Dentro de las tantas cosas que pasaron por mi cabeza, la que más me preocupó es cómo se va a costear el tratamiento si no tengo ni ahorros y mi hijo bastante tiene con sus gastos familiares. Él me dijo “de esta vamos a salir juntos”, dándome fuerzas. Y es verdad que Dios dispone las cosas. La hermana de mi nuera contactó a Senos Ayuda y me han estado apoyando con las consultas médicas y algunos de los exámenes; sin embargo, mi hijo ha tenido que costear buena parte de estos, diez, doce, quince y hasta veinte millones de bolívares en exámenes, y eso que hemos tenido una buena ayuda. No imagino la gente que no puede cubrir ni uno. A pesar de que las fundaciones están colaborando mucho, las personas que padecen de enfermedades son más que las ayudas que pueden ofrecer sobre todo tratándose del cáncer, una enfermedad tan común y compleja. Yo recién empiezo tratamiento, pero sé que los gastos no van a dejar de incrementarse ni para mí, ni para los demás.

III

Nadie nunca está preparado para afrontar una enfermedad, y más cuando la padece alguien a quien amas. Mi esposo fue diagnosticado con Parkinson hace más de diez años, por sus setenta, por ahí. Es una de las cosas más duras que he vivido: verlo empeorar con el pasar de los años, tener que cuidarlo cada vez más como a un niño pequeño y aceptar que no se acuerde de ti en ciertos momentos. Es todo un reto. En esta situación país, mucho más difícil; sus medicamentos están tan costosos que mi nuera tiene que traerlos del extranjero; a eso hay que sumarle el gasto semanal de pañales, porque ya no puede ir al baño por sí solo, y una cuidadora que me apoya con él por las noches. Tenemos un seguro, pero no cubre ni un dolor de barriga, se requieren cantidades que en mi vida pensé que iba a tener que sufragar. Me he visto en la situación de vender prendas de años, monedas con algún tipo de valor, adornos de la casa, ropa y hasta mobiliario. Mi hijo ha gastado sus ahorros y me dice que no me preocupe, pero son tantas cosas que se acentúan con esta crisis que no me sorprendería que todos paráramos en locos.

Lo peor es que para los que tienen poder la salud del país es un juego.

IV

Tenía una prima que estaba embarazada de nueve meses ya a punto de dar a luz a su bebé, vivía con su esposo y su otro hijo en Guatire. Una tarde sintió unos dolores muy fuertes, empezó a vomitar y se sentía muy mal, tuvieron que salir corriendo a un hospital; le dieron un diagnóstico que, en su condición, tenía que ser tratado rápido para evitar que llegara a mayores. Lamentablemente no fue así, en el hospital no tenían los insumos ni el equipo para atenderla, la tenían que trasladar a Caracas en ambulancia y tampoco había disponibilidad. Básicamente les dijeron “resuelvan ustedes”, y no pudieron resolver. Mi prima falleció en la madrugada de ese día, dejando un niño de tres años y a su esposo de toda la vida. Nadie podía creer lo que había sucedido, se sabe que desde hace tiempo los hospitales no estaban en condiciones de tratar pacientes, pero cuando uno mismo enfrenta eso con un familiar cercano la historia es más aterradora aún.

Y tristemente así seguiremos viviendo hasta que algo cambie.

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