¿Qué es eso que tiene en la cabeza? Por David Simoes
- ccomuniacionescrit
- 18 ago 2020
- 2 Min. de lectura

–¡Ana Cristina! ¿Por qué me lanzas esa manzana en la cara y te vas? –dice el muchacho muy alterado.
–¿No es eso lo que querías? –responde ella con un tono altanero.
–Ciertamente, pero me gustaría que te quedaras a desnudar la manzana, a cortarla y que nos muestre qué tiene adentro. ¿No entiendes que tenemos que quitarle todas las pepitas venenosas para poder digerirla correctamente?
–Mira, ya tienes tu fruta ahí –Poniendo los ojos en blanco y con cara de obstinada–. Estoy cansada de que me revises la cartera y los bolsillos de los pantalones usados tratando de encontrar frutas envenenadas, vegetales con puyas filosas u hortalizas fuera de temporada. Tú ya sabes cómo es el cuento. Ya te he pelado las manzanas. Te las he pelado, cortado, limpiado y puesto en bandeja de plata; y ya unas cuantas veces. Sabes de sobra cómo soy, llevamos 13 años.
–Es que tú no entiendes que te amo y que soy capaz de aguantar que me lances todas las frutas del mundo –La coge de los brazos y la mueve para verla directamente a los ojos–. Lo que no quiero es encontrarme unas cerezas bajo la cama, unos limones escondidos detrás del botiquín de las medicinas o que venga la vecina con unas uvas tuyas brotándole inconteniblemente de su boca. ¡No quiero sentirme engañado, amor!
–Que sepas que en la maleta del carro llevo como un kilo de fresas podridas, en la oficina tengo unos pepinos guardaditos y en el estuchito del maquillaje me está esperando un aguacatico que ya está listo para comer –Le arroja cerrando la conversación con un guiño malintencionado, como aprendido del mismo Diablo.
Así, la muchachita se da la vuelta para agarrar un maletín que ya tenía preparado, y contoneando las caderas atraviesa presurosa el portal. Rafael, que se había quedado como un farol, reacciona y sale disparado hacia la puerta, solo para ver a aquella criaturita que tanto amaba subirse a un deportivo ajeno. Ahora que está en la puerta se ve mejor; eso que tenía en la cabeza eran esas dos cosas puntiagudas, de esas que coronan a los faunos.




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