Mi conciencia. Por Daniela Bakerian
- ccomuniacionescrit
- 22 ene 2022
- 2 Min. de lectura

Apenas me desperté vi la figura de aquella criatura sentada de espaldas en la orilla de mi cama. Automáticamente, los ojos se me llenaron de lágrimas y los recuerdos volvieron a mi cabeza:
—Jack, ya son las 4 de la mañana, es hora de irnos. Si no llego pronto, mi madre se va a molestar. —La voz de Lucy se mezcló con la música del club, pero aun así pude escucharla.
Me levanté rápidamente de la barra y, seguido por Lucy, me dirigí hacia el carro. Estaba mareado, por lo que me tropecé varias veces en el camino, pese a ello, logré llegar a mi destino. Definitivamente, esa botella de ron me estaba pasando la cuenta. Al ver a Lucy supe que ella estaba en la misma condición que yo, no pudimos evitar reírnos, parecíamos tontos. Ambos subimos al automóvil.
—¡Qué buena idea, dos borrachos conduciendo un auto! —dijo la criatura que estaba en mi cama—. Por supuesto nada iba a salir mal.
En un principio conduje de forma tranquila por las calles, pero al verlas completamente solas, decidimos aumentar la velocidad, con la intención de divertirnos un poco.
—¿Divertirnos un poco? —La risa del engendro sonó por toda mi habitación—. ¿Cómo terminó eso?
Pronto chocamos contra un semáforo. Cuando desperté estaba acostado en una camilla del hospital, tenía los brazos enyesados y me dolía horriblemente la cabeza.
—¿Qué ocurrió con Lucy? —preguntó la criatura, aunque ya sabía la respuesta.
—Ella… no sobrevivió.
—¿De quién es la culpa? ¿Quién era el que estaba conduciendo? Debiste haber muerto tú en vez…
—¡CÁLLATE! —Las lágrimas me recorrían el rostro.
Al escuchar mi grito el engendro se giró, después de tanto tiempo atormentarme por fin pude ver su rostro. Era blanco y borroso, parecía que estaba compuesto de humo. Lo peor de todo eran sus ojos, que eran negros como el vacío absoluto. Levantó su mano para tocarme, pero fue interrumpido por unos golpes en la puerta.
—Hijo, ¿estás bien? —Mi madre me miró desde la entrada del cuarto—. Escuché unos ruidos, ¿con quién hablabas?
Contemplé el lugar donde antes estaba sentado el monstruo; sin embargo, ya había desaparecido. Mis ojos volvieron a enfocar a mamá.
—Con mi conciencia.




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