top of page

De la muerte a la esperanza. Por Frank Garrido


ree

La noche estaba fría, el mar como un glaciar y las olas del mar embestían contra la embarcación. Éramos cuatrocientos hombres y el desastre venía por nosotros. La embarcación cedió y las olas hicieron su trabajo. Cuando el barco se hundió, yo me encontraba en el lado derecho junto con gente de todas las razas y clases sociales. Ahora solo quedaba el frío mar y luchar por sobrevivir.


Ciento cuarenta y siete personas, incluyendo a mi gran amigo Guaco y a mí, Elías, logramos hacer una balsa con las partes de la embarcación que aún seguían flotando y nos subimos en ella. Las olas nos golpeaban y la balsa sufría, el hambre llamaba, la sed se hacía presente, la desesperación y la angustia de todos era evidente. Aquello era un caos en esa noche fría, en medio del mar. Por los impactos de las olas la balsa se estaba destruyendo y había que hacer algo. Muchos murieron porque no aguantaron la presión, otros peleaban entre sí hasta que alguno cayera para tener menos peso en la balsa.


Así pasaron días y las olas no paraban y el hambre tampoco. Guaco y yo, más otras trece personas, pensamos en hacer algo para no morir de hambre. Llegó la noche fría otra vez, y con ella nuestra salvación. Algunos dormían, golpeados, pálidos y flacos. En ese momento, gritaron de dolor por última vez. Al fin y al cabo, el hombre es de carne y los dientes para comerla… y con hambre todo es bueno.



Relato basado en la obra La balsa de la medusa (1819) de Théodore Géricault.

Comentarios


bottom of page