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Otra noche en Caracas loca. Por Brakley “Michar” Salazar


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“Voy por ti” fue lo primero que leyó Yonalber Manuel Ocasio la madrugada del 18 de diciembre, cuando revisaba su teléfono justo después de tener un episodio de lujuria con “La chamita que le mueve el piso”, Kris Acosta de 24 años. En una esquina de la cama se ponía sus Nike Air Force 1 originales ignorando la anterior amenaza que tintineó en su IPhone segundos antes. Se puso un cigarrillo en la boca con la intención de encenderlo, pero su chica lo detuvo por miedo a que alguien percibiera el olor a nicotina después de que él se fuera. Hacía frío, así que Kris le ofreció una chaqueta deportiva negra, también Nike, para que se abrigara de camino a su casa “Llévatela, nadie se va dar cuenta, yo la busco después”. Con un beso de despedida, sacó su pistola del cajón y la acomodó en la correa de su pantalón; con prisa, salió del departamento, bajó las escaleras y salió del edificio “Las castañas”. A paso firme subió la avenida Baralt a pie, de camino a su casa en el barrio El Guarataro.


Eran las 4:17 a.m., el cielo se confundía con la noche y lo único que no gritaba penumbra era la inconfundible brisa matutina caraqueña. Yonalber tenía la capucha puesta y solo hizo una pausa corta en su camino para encender el cigarro Lucky Strike de menta que tenía pensado fumar minutos atrás en el departamento de su amante. Sus zapatos blancos brillaban entre toda esa oscuridad, y pensó que definitivamente era peligroso andar “pecando con esos pisos” por ahí, su miedo era que trataran de atracarlo, pero caminaba con confianza, porque lo que llevaba en su cintura no era de juguete y cualquier antisocial encontraría su muerte si se “comía la luz”.


Le quedaban dos cuadras de camino, las suficientes como para prestar atención a los detalles que lo rodeaban. Los semáforos que no servían, los grafitis en las paredes de la avenida tapados por un garabato que decía “Tupamaros” y un perfume de hombre que no era el suyo. Para desagrado de Yonalber la chaqueta deportiva negra apestaba a ese “pachuli” masculino, sin duda un pequeño precio a pagar por estar con la mujer de otro hombre.

El teléfono vibraba en su bolsillo, lo cual le recordó que en su mensajería había un pequeño ultimátum. “Voy por ti” rezaba una burbuja en una conversación de WhatsApp. Venía de un número desconocido así que Yonalber se lo tomó con calma.


Desde que Yonalber tiene memoria, ha estado pisando la calle. El destino no le tuvo piedad cuando lo hizo nacer en uno de los sectores más rudos del oeste de Caracas. La primera vez que agarró una pistola tenía 15 años, a los 17 la disparó y los 22 ya tenía en su registro a tres policías muertos. Su expediente va desde robo a mano armada hasta secuestro y ahora dirige todas las operaciones de drogas en su localidad. Tiene una casa en Montalbán y 2 apartamentos en El Hatillo, 2 motos que casi nunca son las mismas y una camioneta del año que le fue confiscada hace dos meses y la podrá recuperar cuando le pague “la vacuna a los pacos”. Todos le “jalan bola” y sus amigos “le pagan la prote” y puede tener a la mujer que le dé la gana porque, según él, la pistola es un sexapil.


Con ese perfil es más que común recibir amenazas por todos lados, pero esta era diferente. En este mundo las amenazas se hacen de frente, no hay seriedad en “cantar plomo” por WhatsApp.


Ya pateadas dos cuadas y media, un par de disparos se escucharon a sus espaldas, luego una pausa, luego tres disparos más. Se escucharon relativamente lejos justo en la dirección de donde él venía. Yonalber ni se inmutó, solo le trajo recuerdos. En esta ciudad unos pocos disparos son el pan de cada día, con una sonrisa y aun con paso firme Yonalber dijo una frase que solía repetir a menudo, cuando su mente le traía esos recuerdos:


“Caracas loca” – dijo mientas subía las escaleras de la barriada.


Llegó a su casa, humilde por fuera, lujosa por dentro. Dejó la hedionda chaqueta en espaldar de una silla al lado de su zapatera llena con una colección de Salvatore Ferragamo, puso su pistola sobre la mesa de noche y durmió con Kris como su último recuerdo.


Se levantó a eso de las 11:30 a.m., su primer instinto fue estirar la mano hasta su celular que siempre reposaba sobre la mesa de noche, casi de inmediato sintió un exceso de espacio sobre el mueble. La pistola no estaba ahí.


Se levantó con desasosiego, corrió a la sala y ¡Bum! Todo negro…


No podía ver nada, pero percibió todo lo demás.


Escuchó pasos apurados y un olor a colonia barata, era el pachuli masculino pero potenciado a mil.


Despertó en el hospital, esposado y con la noticia de que Kris había muerto en la madrugada; según la policía, la mató su marido en un ataque de celos horas antes de que lo encontraran a él en el piso de su casa.


No pasó mucho antes de pudiera sentarse en la cama y hablar. Mi mamá y yo lo visitamos en cuanto pudimos. Había cuatro policías en la puerta y pensé que no nos dejarían pasar.


Dale un chance a la jeva - dijo Yonalber refiriéndose a mi mamá y los pacos ni lo pensaron para darnos paso.


Pensé que estaría destrozado pero la visita transcurrió como si nada hubiera pasado. Se enteró de que yo había entrado a la universidad y me felicitó, dijo que había que celebrarlo con uno de esos “revolú que se forman en su casa de El Hatillo” a lo que mi mamá reaccionó con total negación.


Dijo que las esposas eran puro protocolo, que “se tuvo que bajar de la mula” para asegurar que el próximo destino sea su casa.


A los veinte minutos empezaron a caer las lágrimas, nos lo contó todo. Mi mamá y yo sabíamos que Kris estaba muerta, sabíamos de dónde venían esos tiros que tenía Yon en el costado, sabíamos que todo era resultado de un mal triángulo amoroso; pero yo supe que él tuvo miedo todo el tiempo, porque nadie memoriza tantos detalles.


Nunca pensé en compartir esto con alguien, mucho menos escribir un relato para la universidad. Nunca se me va olvidar esta historia, pero si llega a suceder al menos tuve la iniciativa de plasmarla en el papel.


Si como yo, vives en esta ciudad; sabrás que no se camina sin luz de sol, sabrás que se paga un precio por caminar en la oscuridad, sabrás que todas las noches son iguales.


Tu deber es contar otro día, y otra noche en Caracas loca.

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