Los relojes de arena. Por Adrián Garrido
- ccomuniacionescrit
- 27 ene 2021
- 2 Min. de lectura

Iba en su auto, desesperada y como piloto de Fórmula 1, pues pasar por el desierto no le causaba mucha emoción. Su peor pesadilla se había vuelto tangible: su auto se detuvo en medio de la nada. Tal vez la gasolina, tal vez el motor. El caso es que se bajó y se adentró en el desierto. Al caminar por aquellos paisajes arenosos, su mayor preocupación no fueron unos relojes tirados, como en un ritual satánico, sino la repentina imagen de una encapuchada entrando a una habitación a altas horas de la noche. Decidió imitar los movimientos de la misteriosa figura y la siguió silenciosamente.
El ruido de una ducha que se escuchaba de fondo le causó intriga. Al entrar a la habitación, vio a un hombre en ropa interior tendido sobre una cama; rápidamente lo reconoció: su novio, que se había quedado dormido junto a un sostén con encajes que aún no había logrado reconocer. La misteriosa mujer de la capucha metió lentamente la mano en su bolsillo trasero y desenvainó un revólver que a la chica se le hizo familiar. Temblorosa, pero segura, la encapuchada apuntó el arma hacia el muchacho. Ya sabiendo lo que ocurriría, la chica le gritó: “¡No! No la cagues de nuevo”. La encapuchada hizo caso omiso. La chica se le lanzó encima para tratar de detenerla, pero era muy tarde: la victimaria ya había tirado del gatillo.
En la arena, en medio de la nada, la chica perdida rompió a llorar desconsoladamente, mientras los relojes a su alrededor, quizás por el calor o por el arte de la brujería, se derretían y desparramaban al mismo tiempo que lo hacían sus lágrimas. Unas manos de hombre la agarraron por la espalda y la levantaron, mientras se le acercaba de frente otro hombre uniformado que la tomó de las manos, se las adornó con unas esposas y soltó un corto pero mortal “ya basta de huir”.
Microrrelato inspirado en “La persistencia de la memoria” de Salvador Dalí.




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