Los chistes aún me persiguen. Por Aroldo Blanco
- ccomuniacionescrit
- 24 ene 2023
- 3 Min. de lectura

1
Hace un par de años, en una de esas noches frías de diciembre, llegué a mi casa con el cansancio de todos los días. Venía de mis clases extracurriculares mucho más tarde de lo normal.
Cené, pero el baño nocturno resultó derrotado frente al agotamiento. La rutina comenzó, como siempre, con los videos de George Harris. Pero algo fue diferente esa noche: con una pequeña navaja (que recién me habían regalado) comencé a cortarme las uñas. Al terminar, no la guardé, como lo hacía siempre, sino que comencé a jugar con ella. En uno de esos juegos el objeto terminó en mi boca y, de repente, tras una carcajada por un chiste del comediante, la navaja “se va”.
Primero pensé que me había equivocado, que no me la había tragado, sino que simplemente se me había caído, pero no fue así. Deshice toda la cama y la navaja no aparecía. Entonces, estaba dentro de mí.
Mis nervios fueron aumentando y junto con ellos mis inquietudes: ¿cómo me había tragado una navaja? Y, peor aún, ¿cómo le iba a decir a mi mamá que me había tragado una navaja?
2
–Mami… Mami despiértate
–¿Qué pasó?, ¿todo bien?
–No sé si muy bien.
–Aroldo, ¿qué pasó?
–Mami me tragué la navaja.
Después del respectivo regaño, los nervios volvieron y ahora los dos nos preguntábamos qué hacer. De repente, mi mamá se acordó de un amigo médico y lo llamó. Él recomendó tomar mucha agua.
No se veía el progreso. Así que después de varias llamadas, el amigo doctor me fue a buscar y me llevó al hospital donde trabajaba. Mientras tanto, mi mamá se quedó muy nerviosa en la casa.
Al llegar al hospital, había un caos de gente en la entrada. Afortunadamente, el doctor me acompañaba porque a esa hora no dejaban entrar a nadie. Adentro había más orden que afuera. Luego de un par de horas de espera, los doctores decidieron que lo mejor era hacer una radiografía. Esta dejó ver que la navaja había avanzado por mi sistema digestivo, pero aún faltaba una parte muy estrecha y no aseguraban que pasara por ahí. Los médicos comenzaron a discutir (casi como si yo no estuviera ahí).
–Bueno, se puede operar y le sacamos eso en un “ráspalo”.
Al escuchar esa frase, todos los médicos notaron mi cara de pánico y después de llorar les dije que yo no quería que me operaran esa misma noche, y mucho menos sin mi mamá. Ellos me explicaron que lo mejor era operarme, pero que si yo no quería no podían obligarme.
3
Regresé a mi casa, lloré en los brazos de mi mamá y después de una terrible noche pensando por dónde iría la navaja que involuntariamente me había tragado fuimos a un médico especialista, que es amigo de la familia. Me dijo que si no quería una operación me podía dar un plazo de un máximo de 32 horas para expulsarla por la vía natural, lo que parecía ser la mejor opción. Para acelerar el proceso debía consumir yuca y linaza, que se convirtieron en mi dieta de las siguientes 32 horas. No me gustaba su sabor, pero no podía quejarme tampoco. También debía caminar.
En las primeras 24 horas no pasó nada. Había cumplido con todas las indicaciones, pero aún la navaja estaba dentro de mí. Fue al siguiente día cuando después de la caminata de la mañana logré expulsarla.
El regocijo y la tranquilidad se sintieron en toda la familia, aunque después de eso vinieron los chistes, que hasta el día de hoy me persiguen.




Comentarios