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Lo que muy bien comienza... Por Michelle Ponceleón


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Las mejores historias empiezan sin esperarlas, lo afirmo con toda seguridad. Como por ejemplo, la nuestra.

Un domingo de marzo conocí a un muchacho llamado Guillermo; su altura va por encima del promedio, con ojos marrones que me transportaban a un mundo lleno de fantasías. Sí, me encantó desde el primer momento en que lo vi. Pasaron los meses y poquito a poquito lo fui conociendo, aunque la verdad, nuestras interacciones eran muy limitadas, ya que podía verlo únicamente en el campamento en el cual yo decidí trabajar en aquel verano. Al llegar septiembre decidí escribirle. Con todos los nervios agarré mi celular, me metí en Instagram y le contesté una historia que había publicado. Desde aquel cinco de septiembre no dejamos de hablar.

Al inicio eran charlas cortas; él me contaba que se fue a Canadá a estudiar inglés y que volvería para febrero. Hablábamos de cómo había sido su vuelo y conversábamos de los viajes que cada uno había hecho. Mientras más hablábamos, más descubríamos que teníamos muchísimas cosas en común. Ninguno de nosotros se dio cuenta de que empezamos a hablar cada vez con más frecuencia. Empezaron las videollamadas nocturnas, de esas en las que cuentas tus sueños, tus anhelos y tus más grandes miedos. Él era, sin lugar a dudas, todo lo que había soñado.

No aguantaba más, tenía que decirle cómo me sentía. Llegó aquel gran primero de enero y decidí hablar. Jamás había sentido tantos nervios en mi vida. Temblando, decidí agarrar nuevamente mi celular y escribirle todo lo que mi corazón sentía; para mi sorpresa, él me dijo que se sentía exactamente lo mismo. Los nervios y la emoción de ese día no se podían comparar con nada más. Desde entonces, anhelaba su regreso y nuestro encuentro.

El 8 de febrero de 2019 salí de mi colegio. Al llegar a casa, noté a mi madre, Jacqueline, nerviosa, limpiando la casa como loca porque nos visitaría Alejandra, mi prima segunda; o al menos, eso fue lo que creí. Mi mamá me dijo que me vistiera y que me pusiera linda porque Ale nos iba a presentar a su nuevo bebé. Le hago caso y me arreglo. Cuando tocan el timbre, noto que al otro lado de la puerta estaba él, Guillermo. Se presentó con regalos para toda mi familia. Yo estaba completamente anonadada. Mi corazón empezó a latir tan rápido que creí que me daría taquicardia. Esa noche nos vimos fijamente a los ojos y supe que él era todo lo que quería.

Y ahí estaba yo, una joven alta de ojos claros a punto de vivir una hermosa historia de amor, de esas que solo se ven en las películas. Sin embargo, siempre supe que lo que muy bien comienza, llega rápido a su fin…


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