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Las consecuencias de los actos. Por Javier Landaeta.

•Primer acto, lunes a las 10:30 a.m. [Dos amigas conversan en el patio del liceo].

–No pasa nada gafa, que tú salgas con mi primo, tú sabes que él gusta de ti –adolescente de 14 años conversando con su amiga.

–No sé marica, tú conoces a mi mamá y ella se arrecharía, si sabe que tengo un novio de 20 años.

–Mana, ya tu mamá vivió.

–Es verdad.

–Mira que mi primo siempre está rodeado de mujeres, aprovéchalo ahorita que está pendiente de ti.

–Ya deja tu mariquera –contesta de forma pensativa, a causa del comentario–. Mira mana, ya es la hora de clase.

•Segundo acto, 12:30 p.m. [Portón del liceo].

–Gracias a Dios ya terminó la clase de Historia, Andreína.

–Sí, verdad, ya estaba durmiéndome.

–Mira mana, voy a pasar por tu casa más tarde para que me ayudes a estudiar para el examen de Matemáticas de mañana.

–Vale, Alejandra, pero no vayas a traer a tu primo.

–Dale. Yo voy sola; además, ¿cómo vamos a estudiar si va mi primo? –dijo en tono irónico.

•Tercer acto, 3:00 p.m. [Tocan el timbre de la casa de Andreína].

–¿Quién es?

–Soy yo, Alejandra, recuerda que vine a estudiar contigo. –Está acompañada de su primo José de 20 años.

Dale, ya voy a abrirte. –Andreína abre la puerta y se consigue con que su amiga había llevado al primo, a pesar de que ella le había dicho que no lo hiciera.

–Bueno muchachas, no voy a hacer ruido para que puedan estudiar –comentó José sabiendo que no cumpliría su palabra.

Se sentaron en la sala y se notó que todo había sido planificado por Alejandra y José. Eran cómplices. José comenzó a conversar con Andreína, en esa pláica se percibía la diferencia de edad, y la inmadurez e inocencia de Andreína.

–¿Por qué quieres ser mi novio? –preguntó Andreína de forma directa.

En ese momento José comenzó a seducirla con facilidad. Era seis años mayor. Tras todas esas palabras dulces, Andreína se mostró dócil. José, rápidamente, se dio cuenta de las emociones que despertó y le propuso “¿por qué no vamos a tu cuarto? Ahí podemos hablar mejor, para que Alejandra no nos escuche”.

•Cuarto acto, 3:45 p.m. [Cuarto de Andreína].

Entran. Cierran la puerta. Comienzan a hablar de cosas que les gustan, de lo que siente el uno por el otro. Hablan sobre sexo y ella aprovecha para comentarle que todavía es virgen. Él la interrumpe con un beso. José toca su muslo derecho mientras la besa. Se quitan las camisas; ella su brasier. Se quitaron todo. Pero en el momento en que están en el clímax se abre la puerta del apartamento ¡pack! Había llegado la mamá de Andreína. Ve a Alejandra sentada sola en la sala y le pregunta “¿dónde está mi hija?”.

Alejandra no podía responder nada; estaba en shock. Ella pensaba que Rovira, la mamá de Andreína, iba a regresar a las 5:00 p.m. Por cosas del destino ese día hubo fumigación en la fábrica donde trabajaba y quiso sorprender a su hija invitándola a comer en la calle.

Rovira fue rápidamente al cuarto de su hija. Vio una escena que más nunca olvidaría: su hija y un joven de veinte años semidesnudos, vistiéndose a toda prisa.

•Quinto acto, 3:57 p.m.

Rovira estaba molesta, decepcionada de su hija. Fue un momento doloroso para madre e hija, más que palabras soltaron lágrimas. Desató su ira incontrolada contra José; en su desconsuelo quiso echarle todas las culpas y maldiciones a él y no a su hija. No lo golpeó porque creyó que era menor de edad y porque Andreína se metió por el medio; tal vez más por lo segundo. Rovira notó que ni siquiera habían utilizado condón. Y pensó en la posibilidad de que su hija pudiese haber quedado embarazada con solo catorce años.

•Sexto acto, 5:00 p.m.

A esta hora todavía estaban Alejandra y José en la casa de Andreína. Más calmados, Andreína le pidió o, mejor dicho, le suplicó a su madre que no denunciara a José, que todo había sido su culpa. Entre lágrimas y varias negaciones, aceptó luego de ver el llanto de José, quien expresaba que de seguro sería hecho trizas en las cárceles venezolanas.

–Mañana, Andreína, no vas a ir a estudiar; te voy a hacer unos exámenes. Y tú, José, nos acompañarás, tienes que estar aquí a las 6:00 a.m. para salir temprano. –El joven asintió con la cabeza.

José y Alejandra se fueron a sus casas con las caras por el piso.

•Séptimo acto, martes 6:00 a.m.

José llegó temprano, como había pedido la mamá de Andreína. A eso de las 6:30 a.m. estaban rumbo al hospital.

Llegaron al hospital a las 7:00 a.m. La recepcionista le pidió a la adolescente que llenara una planilla. –Andreína estaba nerviosa, pero no buscó consuelo en su madre ni en José.

–Pasa —le dice el doctor. Andreína cierra la puerta. Le extraen la sangre. Sale y le dice a la madre que los exámenes estarían listos el día jueves. Para ese momento ya son las 9:00 a.m., y José le pregunta a Rovira si desea que las acompañe también a retirar los resultados, pero Rovira responde que no.

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•Octavo y último acto, jueves 7:00 p.m.

Han pasado dos días. Todavía la relación entre madre e hija es incómoda, pero ya se hablan un poco más. Cuando llegan al hospital la recepcionista las guía con mucho cariño a una sala especial. Esperan unos minutos. Entra el doctor, las saluda y se dirige a la madre de la joven “Antes de entregarle los resultados de los exámenes, tengo que informarle que su hija es VIH positivo”.

Rovira gritó “¡NO, mi hija no, por favor Dios mío!”, mientras agarraba al doctor, llorando sin consuelo. Andreína se queda en shock, tratando de procesar la noticia y sintiendo que su vida se le iba por la borda como consecuencia de su primera relación sexual. Madre e hija, después de una charla con el doctor, coordinan las citas con el psicólogo para que las ayude a procesar esa realidad. Se van a su casa desconsoladas, desconsoladas y perdidas; una por culpa de la inocencia y la otra porque su confianza fue traicionada.

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