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La toma de decisiones. Por Gabriel Peraza.

Actualizado: 21 jul 2021

Era 2007, sábado por la tarde y recién empezaban las vacaciones. Tras un primer grado de extrema dificultad en el que aprendió a multiplicar y dividir, Gustavo necesitaba descansar. Se despierta luego de tomar la siesta, prende la computadora y abre Messenger. Suena la notificación de un nuevo mensaje, es su padre quien lo saluda y él le responde para continuar la conversación. Le ha escrito para invitarlo a Tucacas con sus hermanos; él, a causa de la poca relación con su familia paterna y el miedo de estar lejos de su madre, rechaza la invitación con un tono de voz dubitativo y una excusa poco creíble. Su papá sabe lo que ocurre, pero se hace el desentendido y le dice que no hay problema. En la noche, ya acostado, con la cabeza en la almohada y su pijama puesta, Gustavo se pregunta “¿y si hubiese dicho que sí?”. Ni él ni nosotros lo sabremos.

Era 2016, viernes por la noche y había una fiesta pendiente. Luego de estar dos horas en el aburridísimo propedéutico, Gustavo entra al carro de su madre y revisa su teléfono. Tiene un mensaje de su amigo Roberto, quien le avisa que todos sus amigos estarán en la reunión, pero él no sabe si irá a la fiesta. De repente recibe un mensaje de la chica que le gusta preguntándole si va a ir y, a pesar de esta clara señal, él sigue dudando aún cuando todo está a su favor. Finalmente decide no ir. Cuando se encuentra en su habitación, mientras sus amigos rumbean y la chica posiblemente esté hablando con otro, él se hace la misma pregunta, “¿y si hubiese dicho que sí?”. Nuevamente, ni él ni nosotros lo sabremos.


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Era 2019, lunes por la mañana y ya es tarde para llegar a la universidad. Gustavo sale desesperado del Metro con la ropa sudada y preocupado porque tiene un examen a primera hora. Justo cuando sale de la estación para cruzar la calle lo detiene un vendedor y le pregunta si quiere comprar unas flores. Él se rehúsa debido a que no tiene a quién regalárselas. Corre rápidamente para cruzar la calle y siente un impacto que lo estrella contra el piso, a partir de ahí todo se apaga. Despierta en un hospital, con muchas lesiones y fracturas, pero estable. El médico entra a la habitación, conversan sobre lo sucedido y le dice que estará varias semanas en la clínica. En ese momento recuerda al florista y nace nuevamente la interrogante de siempre, “¿y si hubiese dicho que sí?”. Ahora sabemos qué hubiese pasado si accedía a todo lo anterior. La toma de decisiones. Por Gabriel Peraza.

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