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La espera en rosa. Por Sabrina De Abreu

Actualizado: 29 jun 2022


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I

Ir de la ventana al mueble y del mueble a la ventana era lo mejor que podía hacer. Ya había contado las baldosas del piso, las cuentas rosadas de la pulsera que tenía en la muñeca y los carros que pasaban. Carros azules, negros, blancos, rojos, veía pasar, pero no veía pasar el carro vinotinto que tanto conocía.


II

Dos horas transcurridas y yo seguía haciendo el recorrido del mueble a la ventana. Las medias blancas que tenía ya se veían grises y mi overol rosado tenía una mancha de jugo de parchita. A pesar de estar hecha un desastre, me negaba a cambiarme, porque estaba segura de que mi hermana iba a llegar con un pijama rosa.

“Sabrina, deja de moverte”, llevaba repitiendo mi abuela desde que me había despertado. Pero, seamos sinceros, una niña emocionada de cuatro años no iba hacer caso a esa petición.


III

Otras dos horas habían pasado y ahora solo me levantaba al escuchar el ruido de un motor. Pero ese carro color vinotinto seguía sin aparecer. “Avó, no me voy a cambiar, la bebé en cualquier momento llega”, le explicaba a mi abuela. Estaba negada a ponerme el pijama, no importaba si ya era de noche y tenía sueño. Yo solo quería ver a mi hermana.


IV

Corrí a la sala cuando escuché la puerta abrirse, pero el moisés que mi mamá había decorado estaba vacío y no veía una manta rosada en los brazos de mi papá. Sabía que algo no andaba bien.

“¿Y la bebé?”, pregunté.

Mi mamá sollozó y dijo “A tu hermana la esperaban en el cielo”.

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