La catira y los tres depredadores. Por Roselena Vázquez Lotito
- ccomuniacionescrit
- 17 feb 2021
- 2 Min. de lectura

Caracas, ciudad y capital de Venezuela. Comunidad en la que individuos de diferentes especies conviven entre sí, formando a su vez diferentes ecosistemas. Sin duda, sus calles representan la zona emergente de la jungla. Sin embargo, mucho más abajo que el dosel y el sotobosque, allá donde casi no pegan los rayos del sol que calientan el asfalto de la superficie, está el suelo. La zona más baja de la jungla, recorrida por el icónico Metro de Caracas.
Allí, a diferencia de lo ocurre en la superficie, nos encontramos con un ecosistema problemático, lleno de caos, tensión y jalones de cartera.
A continuación, aparece la presa en el panorama. Especie: la catira. Ojos verdes, cabello castaño hasta la cintura y ropita de sifrina. Camina con el bolso de la universidad pegado a la barriga, como si se tratara de una silla de maternidad, se para detrás de una línea amarilla y visualiza si está del lado correcto de la estación. Efectivamente, iba en dirección a Capuchinos.
El metro anuncia su aparición en la fosa dejando correr una brisa tenue por la estación. Aparece en el andén, se detiene, abre sus puertas y se logra visualizar brevemente el nuevo ecosistema al que se expondrá la presa, parece ser una mezcla entre las especies subdesarrolladas de la superficie y aquellas que aprendieron a sobrevivir a toda costa. La catira se dispone a ingresar y cuando pisa el interior del vagón con uno de sus pies la saludan tres temibles depredadores.
—¡¿Qué pasó catira?! —dice uno de ellos con naturalidad.
—¡Qué bella esa chama, vale! —comenta otro—. Quedé "flechao".
Como no hay más puestos disponibles, la catira camina hasta el centro del vagón, se sostiene de una barra metálica y permanece de pie.
Los tres depredadores de piel tostada que vestían camisas Ovejita sin mangas, cadenas de "oro" y gorras de lado caminaron hasta sentarse cerca de la baranda que sostenía la muchacha. Esta lo nota y tensa todo su cuerpo.
Los muchachos la observan y deciden comenzar a silbar a sus espaldas para ella voltee. No lo hace, es una presa inteligente. La catira detiene su vista en el cartel de la estación en la que ahora se encuentra, cuando nota que está en La Yaguara, siente alivio. Le falta solo una estación más para bajarse, solo una y ya.
Los depredadores, que en definitiva no habían tenido éxito con sus silbidos, optan por crear un llamado aún más vistoso.
—Cada noche sueño contigo, contigo —comenzó a cantar uno al estilo de Ariana Grande.
Sin embargo, a los pocos minutos los tres terminaron dedicándole a la presa la versión en español de la canción de la película Titanic y cuando esta se dispuso a bajar del tren, los tres depredadores sonrieron mostrando sus dientes afilados.
—Chao, catira —gritó el que se veía más letal—. Cuídate el dulce.




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