Historias no contadas a bordo del Surriento… Por Camila Hajdu
- ccomuniacionescrit
- 28 ene 2022
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 29 jun 2022

Carmen, una española alta como una jirafa y robusta como un árbol, de carácter dominante, pero sensible como un recién nacido, se encontraba de vacaciones en la Isla de Tenerife visitando a su abuela. Un día cualquiera, en casa de su prima, una gitana se le acercó y le leyó la mano.
–¡Tú no eres de por aquí! –dijo la gitana.
–Así es –agregó Carmen.
–¡Tú no eres de aquí! –ripostó la lectora de manos–. Estás de paso por acá, viajarás pronto y conocerás al amor de tu vida en ese viaje; tendrás cuatro hijos y serás muy feliz.
Al escuchar esto, mi abuela se puso pálida como una hoja.
Unas semanas después, Carmen debía retornar a Venezuela. Zarpó del puerto Santa Cruz de Tenerife en el barco Surriento (uno de los barcos más famosos de la emigración). Al segundo día a bordo, se le acerca un hombre, llamado Vicente, quien en un futuro sería su esposo. Un español que decidió buscar una mejor calidad de vida en Venezuela. Vicente se caracterizaba por su determinación ante la vida, además, tenía una estatura promedio y una nariz como la de Rodolfo el reno. Al pasar los días en el barco, se fueron uniendo cada vez más. En el bar de la embarcación, conversaban por horas sin aburrirse mientras tomaban Campari.
Próximos a su destino, el 21 de julio de 1966, mi abuelo se le acercó a esa mujer con la que había conectado en el barco para proponerle ser novios.
–Hagamos algo. Una vez en Venezuela, esperamos seis meses, ni un día más ni un día menos, y nos casamos. Eso sí, con la condición de conseguir una vivienda cómoda para ambos –le dijo Vicente, mesuradamente. –Ten, esta es mi dirección y mi número telefónico –agregó Carmen, mientras le daba un papel al hombre que estaba frente a ella–. Guarda esto para poder contactarnos y seguirnos viendo.
–Seguro –repuso mi abuelo mientras hacía un gesto despidiéndose.
Vicente y Carmen siguieron en contacto, compartieron y se conocieron muy bien hasta que llegó el momento.
Era diciembre y, como lo había prometido, mi abuelo ya tenía un departamento en el mismo edificio donde trabajaba. Con el tiempo, ambos fueron amueblando su nuevo hogar y el 21 de enero de 1967 se casaron, justo a los seis meses de haberse conocido.
En su luna de miel fueron al litoral central y se hospedaron en el Hotel Macuto Sheraton, donde pasaron unos días increíbles, disfrutando de las caricias del ardiente astro luminoso, típico de La Guaira y del atemperado oleaje caribeño.
Juntos decidieron inaugurar un local que se hizo muy conocido para los estudiantes universitarios de la UCV, “Mi juguito”, ubicado en los Próceres. Este resultó un negocio muy rentable que les permitió consolidar sus planes.
Al pasar los años, fueron conformando una familia estable. Para el segundo aniversario de bodas, tuvieron a su primogénito Vicente; tiempo después decidieron tener otro hijo, a este lo llamaron Ramón, pero se quedaron con ganas de tener una niña. Justo un año después, tuvieron éxito. A esta pequeña la nombraron María Carolina. A todos los educaron inculcándoles principios y valores para que fuesen exitosos en su futuro.
Cabe destacar que Vicente y Carmen siempre tuvieron buena comunicación y compartían las responsabilidades. Mi abuelo se levantaba a las tres de la madrugada para atender su negocio y abrir sus puertas a las seis de la mañana, siempre ha sido un hombre más puntual que el Big Ben. Mi abuela, como ama de casa, se encargaba de atender, en ese entonces, a sus tres hijos.
Transcurridos nueve años, sin imaginarlo, mi abuela queda embarazada de Elisa, lo que resultó una gran sorpresa para la familia. Incluso, su nacimiento fue inesperado: nació sietemesina, aunque gozó de perfecta salud.
Hoy en día siguen formando una pareja sumamente feliz que ha logrado muchas metas que se han propuesto. Han podido viajar a diversas partes del mundo y formar una familia modélica, inculcándole que la disciplina es la base de todo. Como regalo de todo su esfuerzo, actualmente tienen ocho maravillosos nietos, con quienes aman pasar su tiempo libre.
Ambos están sumamente agradecidos de celebrar otro aniversario, que comprende medio siglo y un lustro, junto a sus seres queridos.




Comentarios