top of page

Extrañando. Por Kevin Londoño.


ree

Abro los ojos y poco a poco recuerdo que no la puedo ver ya. A veces despierto con alegría. A veces me siento triste porque no pude ver su rostro… Todo son sueños, y yo solo sueño despierto con soñarla dormido; ese es nuestro sitio de encuentros repentinos. No me queda alternativa, no puedo hacer sino dos cosas: extrañarla y soñarla. Nunca fue buena para las despedidas. Nunca la volveré a abrazar. Nunca dejaré de extrañarla… Uno tiene que ser fuerte cuando ya no tiene a su madre.


La extraño desde que le dije adiós frente a la puerta, puedo recordar su mirada y su mano agitándose con una despedida que prometía dos o tres días como máximo para volvernos a ver. La recuerdo cada vez que bajo las escaleras y no está ahí para que yo sea su copiloto; el carro es de ella y no me gusta manejar en lo prestado. La extraño cuando pienso que somos pasajeros igual que… Y no puedo dejar de pensar que un cuerpo tan hermoso como el de ella puede algún día dejar de ser ocupado por el alma que tanto llena la mía. Han pasado cinco meses desde la última vez que nos vimos y sigo yendo al estacionamiento a ver si está parada ahí. Busco sorprender una posible sorpresa que ella me quiera dar, ilusionándome con que un día ella me diga: estoy abajo, mi amor… Uno tiene que ser fuerte cuando su bashert está lejos.

A las que nunca dejaron de molestarme; a las que me pedían ayuda para alguna asignación académica; a las que me daban la comida que no les gustaba… a ellas las extraño con nostalgia, porque viven; las puedo abrazar, pero no ahora. El mundo tiene puesto un tapaboca. Yo me resigno a imaginarlas y a extrañarlas. Uno tiene que ser fuerte cuando tiene a sus hermanas lejos.

Pienso en las veces que se pierden en la incertidumbre; en los abrazos y en los besos que no se dan cuando se pueden dar. Pienso que extraño, porque solo le queda eso al que ha amado a plenitud cuando está lejos de quien ama. Pienso en mi madre, en mi novia, en mis hermanas… Y sí, este tiempo de pandemia es tiempo de amarse a sí mismo, porque el piso del ser debe ser siempre su propia alma. Pero hoy no es un día para pensar en quien amo, hoy es un día para pensar en quien extraño y extrañar a quien no podré dejar de pensar hasta que este virus me permita volver a decirles a mis hermanas, a mi novia, y, tal vez, a una nube, “te amo”.

Un Londoño

Comentarios


bottom of page