top of page

En zapatos ajenos. Por Gabriel Sanabria


ree

Gabriel, un estudiante común de sexto año de Educación Media General, con calificaciones medio altas, tranquilo y amable, era una persona a la que le encantaba tener amigos, echar broma, leer e incluso hacer deportes y jugar. No tenía novia, era un poco cerrado con el tema porque su prioridad eran sus estudios y sus responsabilidades.


Un día, luego de llegar del colegio a su casa, se le presentó una rara molestia, específicamente un dolor al mover el dedo meñique de la mano izquierda. Su madre, la señora Wanda, lo llevó hasta una clínica en el este de Caracas, en donde lo examinaron y estudiaron su caso. Parecía una estupidez tener un dolor en un dedo y que el tratamiento fuese meter la mano en agua fría y agua caliente de forma alterna; lo que no sabían Gabriel y su madre era que este dolor desencadenaría una serie de acontecimientos en el cuerpo del chamo.


El dolor del dedo desapareció por completo luego de tres días, pero entonces las piernas comenzaron a tornarse rígidas dificultándole caminar. Gabriel, alarmado y con la voz a punto de romperse en llanto a causa de su sufrimiento, llamó a su mamá. ‒Necesito que vengas, no puedo moverme, tengo taquicardia, me duelen las piernas ‒le dijo. La señora Wanda corrió hasta su casa y, como pudo, ayudó a levantar a su hijo e intentó que se apoyara en su hombro para que pudiera caminar hasta el carro. El dolor era muy fuerte, los gritos aterrorizaban.


‒¿QUÉ ME SUCEDE? ‒se preguntaba Gabriel, mientras lloraba, cuando iban camino a la clínica. Al llegar a la emergencia fue ayudado a bajarse del auto y llevado a una habitación para examinarlo.


La rigidez comenzaba a expandirse en su cuerpo, atacando las articulaciones y afectando sus manos, haciendo inevitable que pudiera cerrarlas o abrirlas de lo hinchadas y rígidas que estaban. La señora Wanda y su hijo estuvieron tres días en la clínica sin respuestas exactas de los médicos, hasta que una doctora reumatóloga lo examinó y descubrió la enfermedad que estaba padeciendo, una espondilo artritis cero negativa, que ataca todas las articulaciones, hinchándolas, haciéndolas inamovibles, poniéndolas rojas, entre otros rasgos.


Después de lo sucedido pasaron meses durante los cuales Gabriel no podía caminar sin ayuda de un familiar, no podía salir de su casa sino montado en una silla de ruedas y se tuvo que acostumbrar a cuatro inyecciones semanales en sus piernas más un montón de pastillas. Aún se preguntaba ¿por qué me sucede esto a mí?, mientras lloraba de la angustia por no poder moverse al baño o agarrar su celular.


A Gabriel le tomó tiempo entender que debía trabajar para recuperarse de la situación y aprender a valorar su vida; tuvo que pensar que había otros que lo estaban pasando peor. Eso fue en la época en la que comenzaban a escasear los medicamentos en Venezuela y la vida empezaba a ser muy ruda en todos los sentidos. La doctora le recomendó que practicara natación para fortalecer su cuerpo y eso hizo, entró en una academia, logró mejorar su rendimiento corporal y sus articulaciones comenzaron a volver a la total normalidad. Todo iba mejorando muy poco a poco, acompañado de un tratamiento estricto y una buena alimentación.


Al día de hoy, año 2021, Gabriel sigue con tratamiento; pudo volver a caminar, pero tiene prohibido correr y saltar por el resto de su vida; come saludable, hace ejercicios y estudia Comunicación Social en la Universidad Católica Andrés Bello. Ya no reflexiona acerca del porqué, sino del para qué; en fin, aprendió muchas cosas desde que tuvo espondilo artritis hasta el día de hoy.


A lo largo de la vida, Gabriel se encontró con personas que tenían situaciones mucho más graves que la suya: personas ciegas, personas sin un pulmón, personas amputadas, que lo hicieron entender que Dios quiso mostrarle la doble cara de la realidad, enseñarle que debía aprender a valorarse como persona y como ser humano. Gabriel aprendió que la realidad se oculta debajo de una imagen que no sabemos que existe.


Una de las cosas principales que desea hacer Gabriel mientras esté estudiando su carrera universitaria es apoyar a quien lo necesite, por eso quiere ser uno de los presidentes del Centro de Estudiantes de Comunicación Social, y algún día ser Consejero Universitario y colaborar con ese granito de arena para el estudiantado, principalmente en un país como Venezuela, en donde la acción social es algo que se agradece y hace mucha falta. Su vida estuvo llena de retos, pero los retos no son para rendirse, son para afrontarlos y aprender de ellos.

Comentarios


bottom of page