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El retrato de una familia. Por Natalia Coronado


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Un 27 de marzo del año 2018 el retrato de una familia unida se resquebrajó. Tres hijas, una madre y un padre tomaron camino al aeropuerto. Las angustias y travesuras vividas habían quedado en el olvido. La idea de un plato menos en la mesa cada vez se hacía más real. La hora de despedirse había llegado. Ojos llorosos, palabras de amor, órdenes sobre portarse bien y un abrazo familiar llenaron el tiempo que, a pesar de los intentos, no dejaba de avanzar. Dijeron adiós y prometieron avisar al llegar. Y fue así como una madre y sus hijas vieron cómo el hombre de la casa mostraba su pasaje y pasaporte, para entrar por una odiosa puerta que no dejaba ver más allá. La familia, incompleta, regresaría a su hogar mientras que el integrante que faltaba regresaría a su país natal.

El retrato de un padre

El trabajo en Perú, para un hombre de cincuenta años, escaseaba. En sus inicios en el país lo rechazaban por estar sobrecalificado, pero una vez que quitó sus veinte años de experiencia como jefe de sistema en una clínica reconocida, aquel padre de familia poco tenía para ofrecer, comparado con estudiantes recién graduados con mejores títulos y más habilidades de las que él poseía. Perdido en aquel lugar que en un pasado fue su hogar, se dio cuenta de que el mundo había cambiado y de que las cosas no estaban resultando tan fáciles como había pensado. Cada noche regresaba a la casa de su madre para hacer su videollamada diaria y hablar con sus más grandes tesoros, para supervisar que todo estuviese en orden y conversar con su amada Nilda. Luego, el hombre se iría a dormir, cansado, triste, nostálgico, sintiéndose solo y preguntándose si había tomado la mejor decisión al irse del país en busca de un futuro mejor. Mientras, se perdía el crecimiento de sus hijas y el amor de su mujer.

El retrato de una madre

Todo había cambiado con la ausencia de Gerardo. Su trabajo seguía igual y estable, pero ahora era la única fuente de ingreso confiable que tenía la familia. Sus hijas crecían cada día, la mayor se había graduado de bachiller, pero su padre no pudo estar en su acto de grado, la del medio ya había escogido qué iba a estudiar, pero su papá no lo sabía todavía y la menor se preparaba para su Primera Comunión, pero esta tercera catequesis para padres que cursaba Nilda le parecía solitaria sin la compañía de su esposo. Ella siempre había sido un pilar fundamental en su estructura familiar, mas con la ida de Gerardo mayor peso recaía sobre ella y el estrés que causaba la situación del país no ayudaba mucho a su humor, aun así, todo mejoraba un poco cuando hablaba con sus hijas al regresar a casa y cuando lo hacía con su esposo al finalizar el día.

El retrato de una primogénita

Para Lucía, la universidad había resultado un sueño, la idea de viajar todos los días al paraíso que era la Universidad Simón Bolívar, resultaba simplemente fascinante. Nuevos amigos, nuevos conocimientos y nuevas experiencias la esperaban todos los días en lo que ella consideraba su nuevo mundo. Aun así al regresar a Caracas y durante los fines de semana ella intentaba asumir su rol como primogénita y adulta. Con la ida de su padre, Lucía sintió la responsabilidad de tomar un papel mayor en la casa y buscar la manera de ayudar haciendo las labores del hogar, acompañando a su mamá a hacer el mercado, recordando precios y lugares; aprendiendo a manejar y dando clases de matemáticas para conseguir dinero. Lucía no era inmune, todas estas nuevas actividades le afectaban en sus notas, y además no podía dejar de pensar en que si su papá no tenía éxito en Perú, la siguiente en montarse en un avión sería ella.

El retrato del medio

Una presión constante Natalia siempre había percibido, pues los números no eran su pasión como lo eran para sus padres y para Lucía. Y el recuerdo del disgusto de su papá cuando le dijo que quería estudiar psicología la perseguía. Mucho tiempo se había sentido perdida en su casa y en su vida. La relación con su madre no era la mejor y la que tenía con su padre se estaba desgastando. Sin embargo, cuando Gerardo se fue Natalia sintió un gran cambio. Parte del peso que sentía había desaparecido, de alguna forma sentía más libertad de ser ella misma y de poder expresarse, tal vez se debía a la ida de su papá o al hecho de que estaba creciendo, pero fue una vuelta positiva a la situación de estar alejados. Si bien en la comunicación con su padre había más que distancia física (cosa que la hacía sentir culpable, aunque a la hora de hablar nunca se le ocurría algo para decir), la relación con su madre fue mejorando con el pasar de los meses, pese a sus choques por sus personalidades tan parecidas.

El retrato de una niña

Nadie hubiese querido que la consentida de la casa tuviese que salir de aquella burbuja de inocencia y una familia feliz. Pero ya ven que la situación de Venezuela no se detiene por nadie y, a los nueve años de edad, Patricia se tuvo que despedir de su padre y no poder volverlo abrazar hasta después de casi dos años, en un viaje que hizo de visita para Navidad. Durante su ausencia la distracción se volvió su mejor amiga, notas del colegio llegaban alegando su falta de atención durante las clases y en ocasiones hasta se quejaban diciendo que la niña hablaba hasta por los codos.

Las peores fechas para ella eran los cumpleaños. Aunque al picar la torta llamaban a Gerardo para cantar juntos, superada la alegría de la canción, el vacío era tan grande para los cinco que hasta la niña terminaba decaída y no había distracción que la pudiese ayudar.

Un 27 de marzo del año 2018 una familia unida se resquebrajó. Un 27 de marzo de 2018 una familia se separó. Un 27 de marzo de 2018 el retrato de una familia se convirtió en parte de la decoración del hogar.


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