El respaldo de la negrita. Por Stephanie Villamar
- ccomuniacionescrit
- 1 mar 2021
- 3 Min. de lectura

La señora Laura, mejor conocida por sus familiares como la negrita, nació en Ecuador y vive en Venezuela. Mujer fuerte y de curiosas experiencias, trabajadora, “echada pa’lante”, madre, abuelita y bisabuelita.
“Se acuerda de lo que le conviene”, dicen en su casa. Lo que hace ya no deja huella en su mente y te saluda hasta cinco veces. Sus memorias se han perdido con el pasar de los años, pero dejó hecho el respaldo, por si acaso.
La negrita a todos sus nietos les contó los mismos cuentos (que no son tan cuentos) que cuenta ahora a sus bisnietos, datos más o datos menos, siguen siendo las piezas del rompecabezas de su historia.
1940
–Yo era la favorita de mi papá, pero yo no lo quería.
–¿Por qué, negrita?
–Mi papá golpeaba a mi mamá y ella no me quería porque yo era la favorita de él, de paso, heredé su color de piel. Ella nos despertaba a mitad de la noche porque él llegaba borracho y de malas pulgas y, a pesar del frío de Quito, salíamos al patio hasta que pasara la tormenta dentro de la casa. Un día mi hermano mayor se fue, porque mi papá también lo golpeaba… no volví a saber de él.
1944
–Soñé que se lo llevaba un ángel.
–¿A quién, negrita?
–A mi hermanito. Él era dos años menor que yo, lo cuidaba, dormía conmigo. Un día soñé que se lo llevaba un ángel y yo le decía que no se lo llevara mientras intentaba quitarle al niño, pero no lo logré, al final, en mi sueño, se lo llevó. Al día siguiente mis papás salieron en la noche y mi hermanito se subió a la mesa de la cocina y comió todos los mangos y al parecer se intoxicó o se ahogó, los mangos de allá son muy peludos. Falleció.
1949
–Un día dije: “con el primer hombre que pase, con ese hombre me voy”.
–¿Y quién pasó?
–Tu abuelo. Él era mucho mayor que yo, pero yo le quería mucho. Siempre me trató bien, me consentía, me cuidaba, nunca me dejó trabajar y me lo dio todo. Era alto y muy guapo. Le decían el gato, porque de día tenía los ojos azules y de noche verdes. Nació en España y su abuela lo trajo cuando la guerra de Franco, decía que creció muy solo y por eso quería una familia grande, para que sus hijos siempre se apoyaran unos a otros. Por eso tuve ocho hijos, aunque uno murió de bebé, por eso nos reunimos todos los domingos para almorzar. Su único defecto fue la botella. Un día le dije “la botella o yo”, eligió la botella y yo me fui, pero siempre lo amé.
1968
–Todo esto lo construí yo.
–¿Qué cosa, negrita?
–Este hogar. Cuando llegué a aquí, llegué sin nada. Quería irme a los Estados Unidos, pero en cuanto dije que tenía 7 hijos me negaron la visa. Vine acá porque un sobrino que vivía aquí me dijo que viniera, jamás había trabajado, no tenía dinero. Desde entonces trabajé muchísimo, primero en un salón de belleza y luego vendiendo libros, me caminaba las universidades, los bancos, las empresas. Les enviaba dinero a mis hijos para mantenerlos, compré mi apartamento y poco a poco me los traje a ellos, incluso viajé. Cargaba mis libros todo el día y todos me conocían, me respetaban. Si yo pudiera me iría a trabajar… pero mi memoria ya no me lo permite. Ámese siempre a usted primero, cuídese. Dios me la bendiga, mi chiquita.
La negrita tuvo una niñez entre blancos y grises. Se fue de la casa a los 14 años y se casó con un hombre mucho mayor que, aunque la amaba a ella, amaba más el alcohol. Así que Laura emprendió un viaje a Venezuela, el lugar que la acogió, en el que tuvo que esforzarse para construir un techo, una vida que entregarle a su familia. De carácter fuerte, testaruda y risueña. “Se acuerda de lo que le conviene”.




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