El regreso de mis hijas. Por Rocío Quintana
- ccomuniacionescrit
- 5 abr 2021
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Aquel 15 de diciembre de 1999, lo recuerdo como uno de los peores días que me ha tocado vivir. En el país se celebraban las elecciones por la reforma constitucional, por lo cual, a muy tempranas horas de la mañana, una de mis hijas salió a su trabajo como periodista en el diario La Verdad. Al mediodía salió mi otra hija que era diseñadora gráfica en la misma empresa. Previo al 15 de diciembre había llovido a cántaros durante varios días consecutivos, y aquel fatídico domingo comenzaron los deslizamientos de tierra. A medida que transcurrían las horas, la situación se agravó con el desbordamiento de ríos y quebradas que afectó el funcionamiento de los servicios públicos e inundó las calles. Esa noche la situación impidió el regreso de mis hijas a casa, ya que se encontraban en uno de los lugares de mayor caos, en la quebrada de Germán, parroquia La Guaira, sede del diario La Verdad.
Algunas personas abandonaron sus hogares, cercanos a los ríos, quebradas o cerros, en busca de un refugio seguro. La destrucción causada por los ríos, que a su paso se llevaban casas, carros y personas, fue aterradora. Dos días después supe del paradero de mis hijas, lo cual me trajo alivio; pero el caos reinante nos obligó a dejar nuestras casas y a separarnos de nuestras familias.
Primer día
Mis hijas estaban en el diario La Verdad, cerrando la edición de las elecciones del referéndum constitucional de Venezuela. A las 10 de la noche, la periodista salió de la sede con un reportero gráfico para verificar cómo se encontraba la zona. Cuando intentaban avanzar en dirección al este de Vargas, específicamente hacia Caraballeda, después de pasar con dificultad la recta de Punta de Mulatos y llegar a Macuto, vieron cómo el río de La Veguita bajaba por las calles convertido en olas. El terror los obligó a devolverse rápidamente a la sede del periódico en la quebrada de Germán. Al llegar, aprovecharon para reportar y alertar sobre la situación llamando por teléfono a familiares y amigos que vivían en Cerro Grande, Macuto y Los Corales. Luego bajaron la santamaría de la sede ubicada en la planta baja de un edificio. Se quedaron encerrados allí para tratar incorporar las últimas noticias sobre las lluvias en la edición que estaría en los quioscos el 16 de diciembre.
A las 11 de la noche por debajo de la puerta comenzó a entrar el agua a las instalaciones. Se sentía cómo las paredes del edificio se estremecían, porque las piedras de la quebrada de Germán estaban golpeando sus bases. Mis hijas y todo su equipo de trabajo tuvieron que agarrar sus cosas ‒grabadoras, cámaras, papel, lápiz, bolsos‒ y salir por la puerta trasera. No era seguro permanecer allí. Se refugiaron en el edificio de al lado, en una especie de almacén de mercancías. En ese lugar había muchos refugiados de la comunidad y unas personas que estaban saqueando bodegas y negocios cercanos. Esa noche, lograron dormir pocas horas encima de paletas de madera, alumbrados por linternas, velas y rezando.
Segundo día
Continuaba lloviendo, todo el cielo era gris intenso. La afluencia de personas con productos saqueados de los negocios de la zona generó una alarma adicional que les hizo querer movilizarse del refugio. Pasadas las horas del mediodía del 16 de diciembre, cuando aún llovía, decidieron salir caminando rumbo al oeste. Se disponían a buscar ayuda en el puerto de La Guaira, pero para llegar hasta allá debían atravesar el río Osorio, el principal de la parroquia La Guaira. Para cruzar decidieron hacer una cadena humana de diez compañeros de trabajo, se agarraron de las manos y mientras avanzaban una fuerte crecida tumbó a mi hija mayor y a una diseñadora gráfica llamada Grendy Yarce. El río con piedras, palos y enseres las golpeó y derrumbó, pero entre todos lograron rescatarlas. Al continuar en dirección al puerto, vieron que habían abierto un boquete en el muro pintado con la obra de Cruz Diez, a la altura de los silos. Por allí entraron al puerto y después de caminar con mucha dificultad entre el lodazal que cubría por lo menos 40 cm de alto, fueron recogidos por rescatistas en un bote y llevados a un buque de la Fuerza Armada que servía de refugio para los damnificados. En este lugar se quedaron los hombres del grupo; a las mujeres las trasladaron a una fragata donde recibieron comida caliente, baño, camas y atención médica. Además, vieron la televisión y entendieron la magnitud del desastre.
Esa noche tuve noticias de mis hijas. Desde la fragata pudieron llamar al celular de un compañero que se encontraba en Caraballeda, quien se acercó a la casa y nos avisó que estaban bien. Desde el 16 de diciembre habíamos quedado aislados: el deslave había destruido totalmente la comunicación.
Tercer día
El día 17 de diciembre mis dos hijas y sus compañeros emprendieron camino hacia el este, rumbo a nuestra casa. Mientras la mayoría de los habitantes salía de la zona de desastre, ellos avanzaban por encima de los techos de las casas y de cadáveres de personas y animales, al tiempo que veían cómo los sobrevivientes escapaban de un desastre al que ellos se dirigían. Caminaron todo el día, cruzaron ríos y se montaron sobre piedras. A las cinco de la tarde, por fin, llegaron a Caraballeda.
Muchas familias perdieron todo: techo, vehículos y seres queridos. Nosotros fuimos afortunados al no perder nuestra casa ni a nuestras hijas. Nuestro hogar fue refugio de muchas personas que huían del peligro en su sector. Agradecemos cada mano amiga que ayudó a nuestras hijas a regresar y agradecemos la oportunidad de haber podido ayudar a otros.
Nos fuimos por un tiempo a Barquisimeto, mis hijas siguieron trabajando para el diario La Verdad desde Los Teques, hasta que se recuperó la sede y los equipos afectados por la tragedia. Luego, mi esposo y yo logramos construir una casa en Agua Viva y comenzamos una nueva vida en otro estado.
Todo esto nos dejó nuevas oportunidades y mucha fuerza para volver a Vargas y mantener la fe en que Dios y la virgen de Coromoto, patrona de Venezuela, intercedieran siempre a favor de la vida y el regreso de nuestras hijas.




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