El querido negro Simón. Por Carmen Villanueva.
- ccomuniacionescrit
- 30 oct 2020
- 2 Min. de lectura

“Es un suceso que en mi vida jamás olvidaré”. El 4 de agosto de 2019 ha dejado una huella imborrable en la vida de Camila, quien solo tenía nueve años de edad para el momento. Ese domingo en la mañana, al levantarse, Camila se dirigió al comedor para disfrutar de su desayuno, unas panquecas que su madre había preparado. Mientras comía, sonó el teléfono de la casa y su madre fue a contestarlo. Camila solo oyó gritos de desesperación, palabras incoherentes que balbuceaba su mamá.
La llamada telefónica era de un familiar que se encontraba con el padre de Camila, que había sufrido un infarto.
Camila, al tiempo que escuchaba a su madre tratando de calmar a su hermana que estaba en crisis por causa de la noticia, se imaginaba a su padre en la camilla de una clínica conectado a muchos aparatos. Se mantuvo callada, con la mirada perdida, sumida en sus pensamientos; solo pensaba en aquel escenario. Por eso no se dio cuenta de la llegada de su padrino hasta que escuchó “se nos fue el negro”. A partir de ese momento su mundo se derrumbó.
Su padre había muerto en Caracas, por lo que ese mismo día toda la familia partió desde el estado Portuguesa hacia la capital. La carretera, más que conocida por los viajes que frecuentemente la familia realizaba, ese día se hizo eterna; cada kilómetro recorrido la acercaba a una realidad que Camila deseaba que fuera mentira.
Al llegar al apartamento donde estaba la familia esperándolos, un aura triste inundaba el lugar. Camila se llenó de dolor al ver los rostros de sus familiares que sufrían por la pérdida inesperada del negro Simón, un hombre sano, de un corazón que valía oro, gentil, humilde y respetuoso en todo momento. Pero lo que más destacaba en él era su personalidad alegre, para él no importaba si estaba pasando un mal momento, siempre lograba verle el lado positivo a todo y seguía adelante por su familia.
“Diosito, si tú eres tan bueno, ¿por qué me quitaste tan rápido a mi papito?”, sollozaba Camila entre un mar de lágrimas, mientras abrazaba la urna donde se encontraba su padre, que vestía de traje gris, camisa blanca y corbata negra.
Camila, desde la profundidad y sinceridad de su corazón, pedía que todo lo que estaba pasando fuera una pesadilla. Desafortunadamente todo era realidad.
Ahora que está por cumplirse un año de lo ocurrido -dice Camila- no deseo pasarlo en mi casa, porque los recuerdos van a invadir mi memoria con lo vivido ese día tan doloroso para mí… Solo pido estar con mi familia y pensar, por un momento, que aquello jamás sucedió”.




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