El hombre de la manzana. Por Vanessa Guerrero
- ccomuniacionescrit
- 18 ago 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 24 ago 2020
Las personas se detienen enfrente de mí, me observan, tratan de analizarme, todas con una forma distinta de clasificarme a mí y a las demás pinturas que me rodean. Cada una sintiendo la autoridad de saber nuestro significado, qué ocultamos entre nuestras formas y colores. Todas sintiendo que conocen hasta lo más profundo de mi ser. Pero he llevado años de práctica, y lamento informales que todas están mal.
Veo a un hombre con un ridículo bigote que afirma que soy la representación de la necesidad del hombre moderno en volver a la naturaleza y sus beneficios, los congregados a su alrededor le aplauden. Lo que daría por decirles lo equivocados que están. Logro ver a una señora excéntricamente vestida que le explica a su nieta (quien anota azarosamente en una libreta) que soy un hombre cobarde que se oculta donde sea, alguien aterrado en mostrarse. A

hora la joven cree tener el poder de conocerme. No siento lástima al afirmar que se equivocan, una vez más. Ninguno de ellos me sorprende, son todos iguales.
Sin embargo, estoy condenado a mantenerme estático, a ser un simple hombre con el rostro oculto detrás de una manzana, cuyo artista me otorgo su rostro y cuya persona es la única que logra conocerme. Estoy condenado a quedarme en silencio mientras infinidad de personas aparecen frente a mí, y ninguna logra captar mi ser; mi rostro es visible, aunque oculto por la manzana. Y es algo que ocurre siempre. Mi razón de ser es mostrar que todo lo que vemos oculta algo, y siempre querremos ver ese algo en vez de aquello que se ve. Hay un interés en lo que está oculto y en lo que lo visible no nos muestra. Y se crea un tipo de conflicto entre lo visible que está oculto, y lo visible que está presente. Pero esto seguirá oculto, pues a pesar de que mi nombre es “El hijo del hombre”, me seguirán llamando “El hombre de la manzana” y siempre seré considerado algo que realmente no soy.




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