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El fruto magnicida. Por Gabriel Peraza

Actualizado: 24 ago. 2020


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En plena disputa entre Julio César y el Senado por el control de Roma, los senadores Casio y Bruto tuvieron una aparición. Un hombre vestido con prendas negras se presentó como Mela, hijo de Mercurio y Venus, y los convenció de organizar un complot para asesinar a César. Les entregó una manzana envenenada que debía ser otorgada al gobernante como una muestra de admiración hacia su sabiduría. Los senadores cumplieron y el asesinato fue consumado, pero no pensaron en las consecuencias. Una guerra civil que acabó con Roma.

Muchos siglos después ocurrió algo similar. Gavrilo Princip, miembro de la “Mano Negra”, asistió a Sarajevo para dialogar con su rival, Francisco Fernando. En su presentación le entregó una manzana, este la aceptó y le dio un mordisco que terminó siendo fulminante. La fruta estaba envenenada, pero Gavrilo no lo sabía. Antes de ser condenado le preguntaron por qué lo hizo y él respondió: “¡Me la dio Apfel, el emisario de Su Alteza!”. Pero nadie conocía a ese hombre de traje y sombrero negro que él mencionaba. Tras la sentencia y con un ambiente lleno de discordia, inició la Primera Guerra Mundial.

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