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El día más caluroso del año. Por Daniella Ferrer


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Eran las dos de la tarde cuando el reloj sonó, la entrevista era a las tres y media. Ella pensó que el tiempo alcanzaría, que ese día podía levantarse y, con tranquilidad, arreglar todo sin problema alguno, pero Venezuela no estaba de acuerdo con eso. En la mañana, cuando abrió los ojos y empezó a prepararse para el día, notó que no había agua. “Excelente”, pensó mientras llenaba la olla y se preparaba para encender la hornilla y calentarla. Al intentar encender la hornilla notó que no estaba funcionando, intentó cinco veces y nada hasta que la respuesta la sacudió: “No hay gas”. Cien palabras obscenas más tarde, tomó la olla y fue a su baño, abrió la gaveta y sacó un recipiente vacío de mantequilla, tomó un baño, muy poco placentero, con agua fría y decidió lavarse el pelo, los días no habían sido tan cálidos, la humedad debía colaborar. Salió de su “baño” y se dirigió al cuarto. Una falda hasta la rodilla, camisa de botones y un blazer de cuadros, eso la haría lucir exactamente como el tipo de persona que contratarían, ató su cabello marrón en una cola alta, se maquilló de forma sencilla y salió.


Los nervios la carcomían, era una oportunidad única, después de tanto esforzarse en un trabajo con una paga tan terrible, esta era su gran oportunidad. Desde el momento en el que puso el pie fuera de su casa sintió que una ola de calor la azotó, sin embargo, se negaba a quitarse el blazer, era indispensable para mantener la esencia de su outfit. Se sentó en la parada de los autobuses y miró el reloj en su muñeca: 2:45 p.m., marcaba. Se empezó a echar aire con la carpeta que contenía el currículum, el calor parecía ir en aumento mientras el tiempo transcurría, ella esperaba que el autobús llegara rápido, pero todavía quedaba tiempo para llegar hasta Los Palos Grandes. Esperó alrededor de diez minutos y ningún autobús siquiera fingió pasar, por lo que le preguntó a un obrero que vio cerca de ahí. Respondió que había una huelga y que los autobuses no trabajarían, solo lo haría el Metro. Al escuchar esas palabras su corazón comenzó a latir con rapidez mientras trataba de maquinar qué hacer, la estación más cercana estaba a dos cuadras caminando, ella debía iniciar en ese momento para llegar. Cuestionó brevemente su elección de zapatos y comenzó a trotar hacia el metro, aun con el blazer y la ola de calor rondando por las calles.

En el momento en que vio la entrada del Metro sonrió ampliamente, observó su reloj, sin aliento, 3:04 p.m. Todavía, a pesar de todo, estaba a tiempo. Se dirigió a la casilla y compró su ticket, sorprendida al no ver tanta cola. Pero la sorpresa se terminó cuando notó que las personas faltantes en la cola de los tickets estaban agrupadas frente a los vagones, intentando entrar en ellos. El día más caluroso del año y había alrededor de trescientas personas intentando entrar a vagones con capacidad limitada, esto no jugaba para nada a su favor. Intentó apresurarse y buscar la puerta con menor aglomeración de gente, pero todas estaban iguales: atiborradas de personas sudando y de mal humor. Logró entrar a un vagón metiendo unos cuantos codazos, huelga decir que no había sillas disponibles. Se colgó de una agarradera y el vagón arrancó.


Sintió gotas de sudor correr por su cuello, entre sus senos y hasta la cintura. Ella nunca había sentido en el Metro un olor tan parecido al de aquel día en ese vagón, sabía que necesitaría inhalar un kilo de Vanish en polvo para poder sacarlo. Cuando el vagón se detuvo en Altamira, miró su reloj nuevamente: 3:25 p.m. Tendría que correr hasta el edificio, pero ya no estaba tan lejos. Apenas puso un pie fuera del vagón, volvió a cuestionar sus zapatos y corrió, corrió hasta llegar, completamente sudada, pero todavía con el blazer. Llegó al edificio alrededor de las 3:32 p.m. Para su sorpresa, los entrevistadores aún no habían llegado, se sentó en la sala donde le harían la entrevista y agradeció inmensamente el aire acondicionado. Revisó la carpeta que contenía el currículum y el portafolio y se preparó mentalmente. A las 3:44 p.m. llegaron, se presentaron y ella decidió quitarse el blazer a la hora de levantarse y hablar. No fue sino hasta el momento en que vio las caras de los entrevistadores cuando supo lo que sucedía, ladeó la cabeza levemente y observó las terribles arepas, de un tono casi ocre, que decoraban la camisa, que alguna vez fue completamente blanca. Tomó rápidamente el blazer y maldijo su elección de vestuario, en especial para una entrevista con una marca de desodorante.


A pesar de todo, la entrevista salió bastante bien y logró llegar a su casa a eso de las 6:23 p.m. Se quitó los zapatos y sus pies heridos respiraron, se desvistió y metió su camisa en la lavadora. Finalmente, se acostó completamente desnuda en la cama. Tomó el control del aire acondicionado y, justo cuando lo prendió, todo se tornó negro. Sí, así es. Ella iba a dormir sin luz en el día más caluroso del año.

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