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El Bucle. Por Valentina Córdova Peña

Actualizado: 24 ago 2020


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Estoy completamente satisfecha con mi vida, por esa razón quiero morir. No pretendo sonar vanidosa, aunque como poseedora de ese anhelo universal e inalcanzable de una vida plena terminaré aceptando que lo soy. Mi carrera… exitosa, mi marido… devoto, mis hijos… ejemplares, mi belleza… despampanante, mi salud… fuerte y sin embargo mi vida se mueve entre el tedio y el desinterés disfrazados de una plenitud rozagante.

Sé lo que piensan y ¡No! No estoy deprimida y tampoco son problemas de gente rica. Recibo terapia, por si se lo preguntan, pero en definitiva me niego a tomar pastillas para algo que no tengo. No hay nada malo en mí o con mi vida, eso ya lo he dejado claro, tan solo estoy aburrida de la felicidad intoxicante de mi existencia y he tomado la firme convicción de morir. Espero no se escandalicen ante semejante declaración como lo hizo mi terapeuta en su insistencia en que los antidepresivos curarían mis delirios suicidas. Por lo que a mí respecta, seguiré con mi vida normal mientras busco la muerte, les aseguro que mi felicidad es tan auténtica que nadie notará mis intenciones.

Empecé manejando sin el mayor cuidado, caminé en callejones oscuros a altas horas de la noche, comí manzanas, a las que soy fuertemente alérgica, tropecé hasta caer de una ventana, mezclé cianuro con mis comidas y hasta incursioné en las profundidades de José Félix Ribas en el curso de un tiroteo y ni así conseguí la muerte.

La opción más sencilla sería el suicidio eso lo sé; aunque poco elegante, a decir verdad… ¿Qué dirían de mi familia? O peor ¿Qué dirían de mí? Solo pude llegar a una conclusión, mi permanencia en el plano terrenal no es más que un castigo de las divinidades encaprichadas en mantenerme anclada a la felicidad tan insoportable de este infierno al que llamo vida o quizás solo quizás sí morí mientras buscaba la muerte…

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