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El arte de llorar por el mundial. Por Isabel Tineo


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I

Desde que tengo memoria, el Mundial de Fútbol es lo que más me llena y lo que más me hace feliz cuando de un deporte se habla. Por alguna razón, en la época del Mundial, la gente es más feliz, las vibras son positivas, las personas se unen por un equipo y comparten un mismo sentimiento. A mis ojos, el Mundial es puro arte.

Pero también está lo que me produce. El Mundial me da ganas de vivir, me arruina la voz, explota mis emociones al máximo, me da esperanzas, me destroza el alma y me llena de energía. Además de eso, el Mundial me salva de los huecos emocionales y me muestra una perspectiva de vida completamente diferente. Y Qatar 2022 no fue la excepción.


II

Meses antes de que el Mundial empezara me encontraba desmotivada, vivía con el ánimo en el piso y no tenía ganas de hacer nada. Me quedaba todo el día en mi cama mirando uno que otro video en YouTube y nada más. El tiempo fue pasando y una chispa se encendió en mí cuando el álbum salió a la venta. Compraba los sobres con la mayor ilusión del mundo esperando a que me saliera la barajita de Messi para intercambiarla por un terreno en Mérida o en un sitio recóndito de Argentina. Estaba ilusionada porque luego de ocho años llenaba el álbum nuevamente. Era una tradición, que tenía con mi mamá y con mi hermano, que cesó luego de que España saliera campeón en 2010.


III

Así estuve hasta que llegó noviembre cuando llenar el álbum dejó de ser prioridad. Ahora solamente importaba ver los partidos y esperar a que jugaran Argentina y España. Esos días fueron realmente emocionantes y estresantes, pero estaba muy feliz. Ya era rutina llegar a cafetín desde muy temprano en la mañana y guardar mesas para todos aquellos con los que veía los partidos. Era rutina gritar y sufrir paros cardíacos cuando veía a la scaloneta y a la furia roja. Era rutina saltarse clases y ver a las personas apoyando a sus equipos.

Sin embargo, no todo en el fútbol es felicidad. España, tristemente, fue eliminada por penales ante Marruecos. Mi corazón estaba destrozado y las lágrimas no pararon por tres días. Me tocó despertarme del sueño muy rápido; no estaba preparada para despedir a Luis Enrique y a Dani Olmo. Para mi fortuna, Argentina avanzó y llegó lejos. No fue un camino fácil, ya que se sufrió mucho en octavos contra Australia y en cuartos contra Holanda. De esos días recuerdo la emoción y el alivio de seguir avanzando. Recuerdo las lágrimas, los gritos, la ansiedad y el abrazo de celebración que tuve con los hinchas argentinos de cafetín. Del partido contra Croacia, en semifinales, recuerdo haber cantado “Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar” y también recuerdo el comienzo de la demencia.

La hinchada argentina de Twitter me atrapó y absolutamente todo el contenido que consumía eran las “coincidencias” que había entre el Mundial de 1978 y 1986, años en los que Argentina salió campeón, con el Mundial que estábamos viviendo. Pero, como dijo Lionel Messi cuando Argentina se enfrentaba a Brasil en el Maracaná por la Copa América en 2021: “las coincidencias no existen”. En ese momento, elegí creer e ignorar cualquier pensamiento negativo.


IV

En la espera de la final contra Francia sentí muchísimas cosas. No sé si era Dios, la vida, el destino o el universo, pero se estaba dando de nuevo. El fútbol parecía sonreírnos. Se estaba dando la revancha y parecía que todo lo que se sufrió en la final del Mundial de 2014 iba a quedar atrás. Un partido más y la vida de todas las personas cambiaría, independientemente de lo que sucediera.

El 17 de diciembre lo viví entre lágrimas y de la mano de “Arrancármelo” de WOS. Parecía que nada era real. El miedo, los nervios y la emoción explotaron y así fue como llegó el 18 de diciembre. No sé cómo expresar exactamente todo lo que pasó ese día. Solo sé que alrededor del minuto 110 estaba tirada en el piso y entre lágrimas le decía a mi mamá que ya no podía más. Luego llegó la tanda de penales. Gritaba, lloraba y rezaba…todo al mismo tiempo. Y cuando Argentina quedó campeón del mundo, por tercera vez, sentí algo mágico. Me sentía ligera, como si estuviera flotando por el universo. Sentía una felicidad y un orgullo inmenso, los jugadores y todo el cuerpo técnico se merecían esta copa más que nadie, especialmente luego de recibir críticas, golpes y la presión de los medios.

Se sentía la felicidad en las calles del mundo. Todos unidos por un país, un equipo, un sentimiento, porque esto es lo que hace el fútbol y por ello me pregunto: ¿cómo van a convencerme de que la magia no existe?

1 comentario


Sentí la magia del fútbol❤️

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