Días de oscuridad. Por: Sofía Santana.
- ccomuniacionescrit
- 9 sept 2020
- 3 Min. de lectura
Después de un año esos días oscuros siguen claros en mi memoria. Parece casi surreal, casi inventado, casi ficción. Si no los hubiera vivido, si estas memorias no fueran mías, no lo creería del todo. Pero pasaron de verdad, y merecen ser recordados.
7 de marzo 2019, en la tarde.
Era un día normal. Mi hermana y yo decidimos hacernos una sesión de fotos en la terraza y pasamos todo el día en eso. El cielo estaba soleado y despejado, se veía toda Caracas desde la terraza. Entre fotos y cambios de vestuario, no nos dimos cuenta de que se había ido la luz hasta las 7:00 p.m. No había ni luz ni señal. Eso estaba raro. Mis abuelos y mis papás dijeron que la cosa era nacional. Pero los apagones eran normales. Probablemente la luz volvía en unas horas.
8 de marzo 2019, en la tarde.
Después de despertarnos sin luz y leer y jugar juegos de mesa todo el día, decidimos salir en el carro a ver si conseguíamos señal. En la radio hablaban de los lugares en los que había vuelto la luz; las calles estaban repletas de carros estacionados en los bordes porque encontraron señal y las bombas tenían colas larguísimas. Por La Trinidad conseguimos señal: mis papás hablaron con algunos amigos; vimos el pánico de todos los que habían logrado comunicarse por Whatsapp; y yo por fin pude hablar con mi novia.

8 de marzo 2019, en la noche.
¡Llegó la luz! Realmente no lo podía creer. Eran las 9:00 p.m., y todos gritamos. A mí casi se me sale una lágrima. Se me había olvidado cómo se sentía mi casa con luz; que no era tan solo una carcasa sin vida, sino un lugar con calor e iluminación. La casa se sentía más viva que nunca antes. De inmediato conectamos todos nuestros dispositivos; revisamos si había internet; dejamos nuestros libros y nos pusimos a ver series y videos de YouTube.
10 de marzo, en la madrugada.
La luz se había vuelto a ir en la mañana, y no había regresado. Yo estaba dormida cómodamente en mi cama cuando llegó mi mamá enloquecida al cuarto. Eran las 4:00 a.m. Había regresado la luz y mi mamá quería que nos apuráramos y pusiéramos a cargar todos nuestros dispositivos. A estos niveles habíamos llegado. Todos nos levantamos, amargados, y pusimos a cargar nuestros teléfonos.
11 de marzo, en la noche.
Ya la desesperación había desaparecido, el mundo no había regresado del todo a la normalidad, pero por lo menos había luz la mayoría del tiempo. Este fue el primer día de estos que pude salir con mi novia. Fuimos a buscar a un amigo que había llegado, en medio de todo este caos, a Caracas. La mayoría de Caracas seguía sin luz; pero mi casa sí tenía la mayoría del tiempo, así que sirvió como refugio. El día se sintió casi normal.
30 de marzo.
Llegó mi cumpleaños y Caracas seguía en semicaos. Los apagones seguían siendo recurrentes, mucha gente sigue pasando días enteros sin luz. Mis papás compraron una planta tan pequeña que, al verla, no te imaginarías el escándalo que es capaz de generar. Yo invité a muchos de mis amigos a mi cumpleaños, pero solo vinieron dos (por la situación). Este día, triste pero memorable, se siente como la culminación de un periodo de mi vida que lamentable no voy a olvidar.




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