Caracas y sus regalos. Por Yoselin Guerrero
- ccomuniacionescrit
- 3 mar 2021
- 3 Min. de lectura

Sábado…
Eran las seis de la mañana, ya un poco embriagada decidió marcharse de la fiesta. Caminó por aquella calle solitaria hasta llegar a la Avenida Andrés Bello para tomar un autobús a casa. En la espera observó que un hombre con aspecto de criminal estaba en la otra calle mirándola fijamente, como si estuviera cazando alguna presa. Se sintió incómoda y algo asustada, pero intentó no darle mucha importancia.
Minutos más tarde, el hombre cruzó la calle con una actitud bastante extraña, parecía haber consumido narcóticos. Pasó por su lado y siguió caminando. Luego se detuvo, volteó y le dijo —¿Por qué me ves? ¡Yo sí soy malandro! —Se quedó fría, no supo qué hacer en el momento. El hombre se acercó rápidamente pidiendo su teléfono, pero ella, producto de la borrachera, decidió enfrentarlo. —¿Cuál teléfono? ¡No traigo ningún teléfono, de vaina tengo para el pasaje! —El hombre insistió mientras hacía notar la pistola que traía entre el pantalón y su abdomen. Ella se comenzó a alejar del sujeto repitiendo que no tenía nada. El hombre le iba a apuntar con el arma, pero pasó una patrulla de policía por el lugar y no tuvo más remedio que irse, dejándole un bonito susto de regalo.
***
Después de montarse en el autobús y llegar a casa llena de rabia, decidió tomar una ducha y descansar un rato. Cuando el reloj marcó las dos de la tarde, la alarma de su teléfono la despertó, pues tenía que almorzar y salir de compras. Con prisa comió, se arregló y fue a un supermercado en Santa Mónica, que estaba a quince minutos de su casa. Llegó al lugar, todavía un poco desconcertada. Comenzó a escoger los alimentos que necesitaba y entre frutas, verduras, cereales y demás cosas se le pasaron un par de horas.
Estaba dispuesta a pagar, pero la cola parecía eterna. Mientras esperaba vio a un encapuchado armado entrando al lugar. Las personas estaban alteradas por lo que sucedía, pero ella no supo cómo reaccionar ante aquella situación. El encapuchado apuntó el arma directo al cajero que estaba detrás de ella y este la usó como un escudo para evitar que lo asesinaran. Ella no sabía qué hacer, estaba muy asustada. Luego de forcejear, se lanzó rápidamente al suelo y enseguida se escuchó un fuerte disparo. Aquel hombre había muerto a menos de treinta centímetros de ella.
***
Con lágrimas de rabia en sus ojos y aún asustada, terminó de pagar las compras y volvió a casa, donde se encontraban su mamá y su hermano pequeño. Al abrir la puerta había tres hombres armados y su familia en el piso, atada con unas cuerdas muy gruesas. Uno de los antisociales la golpeó fuertemente en la cabeza y la amarró. Ella se desmayó por un corto período de tiempo. Cuando despertó pudo observar que estos hombres se estaban llevando todo lo que había en la casa, incluyendo la comida que acababa de comprar.
Se hizo de noche y seguían secuestrados por aquellos hombres, quienes amenazaban constantemente con quitarles la vida. El niño comenzó a llorar y uno de los hombres le apuntó con el arma. Ella se interpuso e intentó calmarlo diciendo —estamos en un juego de policías y ladrones, hermanito. Solo tenemos que esperar que vengan a salvarnos. —En ese momento el pequeño dejó de sollozar.
Cuando ya estaba amaneciendo, los sujetos habían desvalijado totalmente la casa y decidieron irse. Lo primero que ella hizo fue abrazar a su familia y agradecer que ellos estaban bien. Tenía mucha rabia en su interior, pues en una ciudad como esta, ni una denuncia iba a servir para hacer justicia a todo lo que había pasado.




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