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Amor desde el más allá. Viviana Da Silva Da Silva.


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Ana Sofía pertenece a una familia poco unida. Noble y enamoradiza, soñaba todos los días con el amor verdadero, y como no lo encontraba se sentía sola y ansiosa. Intentaba llenar su vacío con actividades físicas, estudiaba sobre diversos temas, se enfrascaba en eso del crecimiento personal. Siempre que se dejaba ver por las calles andaba con una sonrisa en el rostro, excepto un día que salió a hacer sus compras semanales y, cansada de su soledad, mostraba un rostro triste. Un anciano que frecuentaba las calles de la aldea se le acercó al verla así, y le preguntó:

- ¿Qué hace una joven tan linda por estas calles con ese rostro tan falto de ánimo?

- ¿Linda? Creo que nadie me ve así, porque no estaría sola -le respondió Ana, con una risa fingida.

- No se moleste conmigo, jovencita. Pero mientras usted no deje de buscar el amor, el amor nunca le va a llegar.

Al decir esto el anciano tomó una manzana y se fue del mercado donde se encontraban ambos, dejando en Ana un pensamiento que ella jamás había considerado.

- ¿Yo? Yo no estoy buscando nada. Es más que obvio que es solo una ilusión, pero… ¿Quién no tiene ilusiones? Ese viejo está loco.

Después de un largo día con aquellas palabras en la cabeza, Ana Sofía se puso a cocinar la cena en la soledad de su hogar, cuando se le apareció un niño, tal vez de unos doce años, de cabello negro, piel como la nieve y una mirada angelical. Se llevó un gran susto, y al verlo soltó un grito ensordecedor.

- ¿Quién eres tú? ¿Cómo estas dentro de mi casa?

-Mi nombre es Gabriel -respondió riéndose en tono burlón-. ¿Qué harás de cenar?

El niño parecía estar bastante cómodo con Ana, como si la conociera de toda la vida, e ignoró cada una de las preguntas que esta le hizo. Ana no podía creer lo que estaba sucediendo, no sabía si llamar a la policía, si en verdad era un niño inocente que quería algo de comer y había encontrado la forma de entrar a la casa.

Ana estaba aterrada con la situación.

-Te noto angustiada -le dice Gabriel- creo que te ocultas debajo de una máscara y me gustaría decirte unas palabras para no asustarte por mucho rato… Vales más de lo que te imaginas y has pasado tanto tiempo buscando el amor que descuidaste muchos aspectos de tu vida.

- Yo no estoy buscando nada, solo no quiero estar sola el resto de mi vida.

-En la mañana te mandé un señor, pero en vista de que solo te molestaste tuve que venir en persona.

- ¿Tú mandaste a ese anciano a hablar conmigo?

- Sí, fui yo. Y aunque digas que no, yo sé que sí estás buscando el amor. Debes dejar de hacer eso y enfocarte en ti, ahí verás cuál es el amor más bonito que puedes encontrar, se llama amor propio y es hora de que empieces a conocerlo. La persona que es para ti llegará en algún momento a tu vida, pero si sigues con esos pensamientos no vas a salir de tu soledad. Comienza a ver a tu alrededor y te darás cuenta de todo.

-En verdad, no lo había visto así nunca. Solo me he enfocado en mis miedos. Pero, ¿tú quién eres? ¿Por qué vienes a decirme todo eso?

-Tómalo como un consejo de una persona que desde el más allá te adora con locura y únicamente quiere verte feliz.

En ese momento, del niño salieron dos alas enormes que irradiaban luz como una estrella fugaz. Luego de un segundo desapareció, y Ana, anonadada con lo sucedido, entendió de parte de quién venía el mensaje.

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