Amarte es siempre; dejar de, nunca. Por Jesús Sánchez.
- ccomuniacionescrit
- 2 nov 2020
- 2 Min. de lectura

Era un viernes por la tarde, día de salir a comer con la familia en cualquier lugar. Ese día estaba jugando Playstation desde la mañana hasta la tarde, sinceramente no tenía ganas de ir a ningún lado por la flojera. Me paré y me fui a bañar. Mientras me vestía pensaba en lo afortunado de tener la tradición de compartir con la familia, pero también recordé que llega un punto en que nuestros caminos se separan para buscar un mejor futuro. Ya todos listos, mis papás, mi hermana y yo salimos a comer nuestra comida favorita, pizza.
Al llegar al restaurante conseguimos mesa rápido, nos sentamos y hablamos todo tipo de cosas mientras comíamos pan con ajo que nos trajo el mesero. Llegó un momento en el que nuestra mesa era la que más ruido hacía; reíamos como si no hubiera más nadie alrededor.
Justo en la mesa de al lado se encontraba una pareja joven, la mujer parecía de veinticinco años y el hombre de veintisiete, ambos reían como nosotros y la estaban pasando bien. Pedían vino y hablaban de todo lo que habían hecho juntos. Pasado un rato las risas entre ellos cesaron, el hombre le agarró la mano a ella, diciéndole “Tenemos que hablar, es importante”. La expresión de la mujer cambió como un niño al ver vegetales en el plato, se podía notar su cara de susto, tanto así que hasta yo me encontraba tenso viéndolos, y escuchando, disimuladamente, lo que hablaban.
En un abrir y cerrar de ojos lo que parecía felicidad se convirtió en tristeza. El joven le dijo que se tenía que ir a otro país por el trabajo y que por falta de dinero no se la podía llevar. Derramando una lágrima bajó la cabeza, no podía mirarla; ella, en cambio, era un río. Sus lágrimas no paraban, mientras con palabras de dolor le pedía que no se fuera. Hubo minutos en los que solo drenaban su sentir con lágrimas, era un silencio ruidoso, tan triste como el de un funeral. El hombre, por fin, levantó su cabeza, le tomó la cara entre sus manos y sus miradas se conectaron al tiempo que sonreían, como si se entendieran mentalmente. Supongo que eso pasa cuando se está muchos años con alguien a quien se ama de verdad. Ese momento en el que sus ojos se encontraron el muchacho le hizo una promesa, y entregándole una pulsera le dijo: “Prometo traerte conmigo, eres la mujer perfecta para mí, no puedo vivir sin ti. Amarte es siempre; dejar de, nunca”.
No pude seguir escuchando, ya que mi familia y yo habíamos terminado de comer, pero entendí que el amor todo lo puede y que, si es verdadero, el hilo rojo siempre vuelve a unir a los que se aman, no importa el tiempo.




Comentarios